MOSCU, 13 mayo 2001 (ZENIT.org).- El patriarca ortodoxo de Rusia, Alejo II, ha vuelto a reiterar que Juan Pablo II no podrá visitar Rusia hasta que se superen las diferencias entre la Iglesia católica y ortodoxa surgidas tras el renacimiento público de las comunidades católicas en la ex Unión Soviética.
Las declaraciones del máximo líder religioso ruso, pronunciadas este domingo al inaugurar una conferencia para la juventud ortodoxa en Moscú, tienen lugar una semana después de que el obispo de Roma visitara Grecia, país de mayoría ortodoxa y con cercanas relaciones con la Iglesia rusa.
El posible viaje del Papa Wojtyla a Moscú ha cobrado gran actualidad en Rusia ante la inminencia de la visita pontificia a Ucrania (23-27 de junio), país que históricamente fue la cuna del cristianismo en Rusia.
Al hablar de los problemas que separan a Moscú de Roma, el patriarca se refirió a la «la posición completamente desigual de ortodoxos y católicos en el occidente de Ucrania » y «el proselitismo católico en Bielorrusia, Ucrania, Rusia y Kazajistán».
El primer reproche constata la oposición de la Iglesia ortodoxa en Ucrania, fiel al patriarcado de Moscú (en el país la Ortodoxia está separada por un cisma), que se ha opuesto a que los greco-católicos –cristianos de rito oriental, como los ortodoxos, fieles a Roma– puedan recuperar las parroquias y propiedades que Stalin les confiscó y que entregó a la misma Iglesia ortodoxa.
En Rumanía este mismo problema se está solucionando gracias a la creación de una Comisión mixta formada por representantes católicos y ortodoxos. La visita del mayo de 1999 del Papa a ese país dio un importante impulso a la reconciliación. Este sería también el objetivo de una visita del Santo Padre a Rusia, quien está convencido que los problemas pueden solucionarse precisamente con el diálogo y el conocimiento mutuo.
La otra acusación, «proselitismo», se refiere al renacimiento de las comunidades católicas en los países mencionados por el patriarca, tras las dura persecución comunista. Algunas corrientes de la teología ortodoxa consideran que los países ortodoxos sólo deben ser cuna de creyentes de esta confesión.
En su visita a Grecia, Juan Pablo II y el arzobispo de Atenas, Cristodoulos, firmaron una declaración conjunta en la que afirmaban: «Condenamos todo recurso a la violencia, al proselitismo, al fanatismo en nombre de la religión. Nosotros creemos firmemente que las relaciones entre los cristianos, en todas sus manifestaciones, deben estar caracterizadas por la honestidad, la prudencia y el conocimiento de los problemas en cuestión».