canadienses han enviado un mensaje al embajador del país centroamericano en Canadá.

El país del norte de América fue uno de los principales destinatarios, junto a EE.UU, de los miles de refugiados que generó la guerra civil guatemalteca.

La hermana Barbara Ann Ford, de 64 años, perteneciente a la congregación de las hermanas de San Vicente de Paul de Nueva York, fue asesinada en las calles de la ciudad de Guatemala, el pasado 5 de mayo. La religiosa, que trabajaba en Caritas de la diócesis de Santa Cruz de Quiché, había colaborado con monseñor Juan Gerardi, también asesinado, en la realización del informe de recuperación de la memoria histórica (REMH), sobre los crímenes cometidos durante los 36 años de guerra civil en el país, tanto por el Ejército como por la guerrilla.

En su carta, al embajador, Carlos Jiménez Licona, los obispos canadienses expresan su «profunda tristeza» por la muerte de la religiosa norteamericana y se hacen eco de las afirmaciones de la Oficina de Derechos Humanos de la archidiócesis de Guatemala, según las cuales, se trataría de un crimen por motivos políticos.

Según estas fuentes, «la participación de la hermana Ford --dicen los obispos canadienses-- en el proyecto de recuperación de la memoria histórica, dirigido por monseñor Gerardi, hasta el momento de su asesinato, el 26 de abril de 1998, habría sido la causa de esta muerte horrible y sin sentido».

El mensaje, firmado por monseñor James Weisgerber, arzobispo de Winnipeg y presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Conferencia Episcopal de Canadá, concluye pidiendo más información sobre los esfuerzos realizados por el Gobierno de «Guatemala para que los asesinos de la hermana Ford respondan de sus actos ante la justicia».