Por una teología de la liberación integral

La oración lleva al compromiso con todo oprimido, afirma el Papa

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 mayo 2001 (ZENIT.org).- Para Juan Pablo II, la oración debe llevar al compromiso por la liberación integral de todo hombre.

Así lo explicó en la tradicional audiencia de los miércoles, en la que en esta ocasión participaron 13.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro del Vaticano en una mañana que parecía ya de verano.

El pontífice continuó así la serie de reflexiones que está afrontando este año sobre los Salmos, las composiciones del pueblo de Israel que marcan el ritmo de la vida de oración no sólo de sacerdotes y religiosos en la Iglesia, sino también de muchos laicos.

En esta ocasión, escogió el Salmo 149, que impresiona realmente por sus fuertes referencias bélicas y, sin embargo, explicó, constituye una oración que puede ayudar a los cristianos elevar a Dios la «acción de gracias de un corazón lleno de júbilo».

El Salmo bíblico presenta a dos protagonistas, «los fieles» y «los pobres».

Los primeros, los fieles, son «los que responden con fidelidad y amor al amor paterno del Señor». «Se hallaban comprometidos en una lucha de liberación; combatían por liberar a su pueblo oprimido y ofrecerle la posibilidad de servir a Dios», explicó el Papa.

«En la perspectiva actual de nuestra oración –continuó– esta simbología bélica es una imagen del compromiso que debemos vivir nosotros, los creyentes, que tras haber cantado a Dios las laudes matutinas, vamos por los caminos del mundo, en medio del mal y de la injusticia».

«Por desgracia, las fuerzas que se oponen al Reino de Dios son imponentes: el salmista habla de «pueblos, naciones, jefes y nobles». Y sin embargo tiene confianza, pues sabe que tiene de su parte al Señor, que es el auténtico Rey de la historia. Por tanto, su victoria sobre el mal es segura e implicará el triunfo del amor».

Los otros protagonistas del Salmo son «los pobres», es decir, «los humildes», «los oprimidos, los míseros, los perseguidos a causa de la justicia, y también aquellos que, siendo fieles a los compromisos morales de la Alianza con Dios».

«Son marginados por cuantos eligen la violencia, la riqueza y la prepotencia», constató el Papa. Ahora bien, aclaró, «no son únicamente una categoría social sino también una opción espiritual. Este es el sentido de la famosa primera bienaventuranza: «Bienaventurados los pobres de espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos»».

El pontífice aclaró que la sorprendente expresión, el «día de la ira del Señor», mencionada por el Salmo, se refiere al momento en que «los «pobres» se ponen de la parte de Dios para luchar contra el mal».

«Ellos, solos, no tienen la fuerza suficiente, ni los medios, ni las estrategias necesarias para oponerse a la irrupción del mal. Sin embargo, la frase del salmista no deja lugar a dudas: «El Señor ama a su pueblo, adorna de salvación a los humildes»».

Es lo que quería decir el apóstol Pablo cuando en la carta a los Corintios explicaba: «Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es».

El Papa concluyó poniendo como ejemplo de liberación el canto de María en el Evangelio de san Lucas –el Magnificat–. «alabanza alegre a Dios Salvador, acción de gracias por las grandes cosas obradas en Ella por el Poderoso, lucha contra las fuerza malvadas, solidaridad con los pobres, fidelidad al Dios de la Alianza».

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ZENIT Staff

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