CIUDAD DEL VATICANO, 27 mayo 2001 (ZENIT.org).- El compromiso social, cultural, político, económico del cristiano no se agota en su realidad; tiene además una dimensión trascendente. Lo recordó Juan Pablo II en su encuentro dominical con unos 10 mil peregrinos.
Dirigiéndose desde la ventana de su biblioteca que se asoma a la plaza de San Pedro del Vaticano, el pontífice recordó que tras la victoria de Cristo sobre la muerte, en su Resurrección, los cristianos «son al mismo tiempo ciudadanos de la tierra y del cielo».
Con sus palabras el pontífice comentaba el significado de la fiesta de la Ascensión de Jesús al Cielo que en Italia, al igual que en otros países, ha sido aplazada del jueves pasado a este domingo por razones de calendario laboral, tras acuerdos entre la Iglesia y las autoridades políticas.
«Cristo se ha convertido en el puente entre el cielo y la tierra –explicó el Santo Padre–: Él es el mediador entre Dios y el hombre, entre el Reino de los cielos y la historia del mundo. Unidos a Él en su mismo Espíritu, los creyentes forman una comunidad nueva, la Iglesia, cuya naturaleza es al mismo tiempo visible y espiritual, peregrinante en el mundo y partícipe de la gloria celeste».
Esta dimensión trascendente, concluyó, es indispensable para comprender a la Iglesia y explica los proyectos que han emergido del consistorio extraordinario de cardenales, el más numeroso de la historia, que se ha celebrado en el Vaticano del 21 al 24 de mayo. Una reunión en la que se afrontaron dos objetivos fundamentales: la unidad en la Iglesia y su carácter misionero. Dos elementos que encuentran su síntesis en la santidad.