Una enfermedad respiratoria le impedía últimamente celebrar la misa, algo que sólo hacía en las ocasiones solemnes. Ahora bien, nunca se perdía la misa, quedándose humildemente en la sacristía.
El anciano prelado, que había sido nombrado obispo en 1990, se había entregado en cuerpo y alma a la formación de los fieles a las obras de caridad a favor de los más necesitados. En este sentido, había promovido la colaboración con las diócesis de Hong Kong y de Macao, informa la agencia Fides.