MADRID, 29 mayo 2001 (ZENIT.org).- El cardenal Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid, denunció ayer la existencia de una «verdadera crisis moral de la humanidad», manifestada en una serie de «violaciones sistemáticas de los derechos
humanos» y originada por la pérdida de la fundamentación de los mismos.
El purpurado hizo estas afirmaciones al pronunciar el discurso de ingreso oficial en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que llevaba por título «Los Fundamentos de los Derechos Humanos: Una cuestión Urgente».
Momento crítico
A la altura del año 2000, constató el presidente de la Conferencia Episcopal, la implantación real de todos los derechos humanos atraviesa un momento innegablemente crítico.
«El diagnóstico podría resumirse en una doble constatación: está en juego el futuro mismo de la humanidad en paz, justicia y libertad. Está en juego el hombre mismo», observó.
La crisis político-jurídica de los derechos humanos, según el arzobispo de Madrid, «va acompañada y está envuelta en una crisis social que se manifiesta en la aparición generalizada de fenómenos de violaciones sistemáticas de los mismos y del apoyo que encuentran, explícita o implícitamente, en sectores de la sociedad, de amplitud y arraigo notorios, aunque siempre, poderosos».
Como ejemplos flagrantes citó el terrorismo, el tráfico con las personas --«la trata de blancas», la venta y explotación de niños para los más variados fines, «el comercio» con los emigrantes ilegales, el tráfico de armas y el narcotráfico...
El desprecio por la dignidad del hombre, añadió el cardenal arzobispo de Madrid, se debe a la difusión de un «nuevo planteamiento del derecho a la vida, que ha precedido, acompañado y seguido a los cambios legislativos en torno al aborto».
«A lo largo de las tres últimas décadas, en la práctica totalidad de los ordenamientos jurídicos, tanto de los países no democráticos --por ejemplo, de los Estados comunistas de la Europa Central y Oriental hasta la caída del Muro de Berlín, y posteriormente--, como de los democráticos de todo el hemisferio Norte, se ha generalizado una nueva valoración jurídica del derecho a la vida, que equivale, en el fondo, a un cuestionamiento de sus bases antropológicas».
La Declaración Universal, un hito
Un hito histórico en la protección jurídica de la persona humana está representado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Después de un análisis detallado de los factores que determinaron esta Declaración, el recién ingresado académico se centró en sus precedentes inmediatos, la Segunda Guerra Mundial, «la gran hecatombe de los derechos humanos».
Para el Cardenal Rouco Varela, «a nadie se le ocultaba que en el Estado y en la doctrina política del nacionalsocialismo no había cabida para los derechos humanos».
Para el cardenal Rouco Varela, «en los primeros años de la postguerra se presenta la doctrina del derecho natural como un instrumento, extraordinariamente valioso y fecundo, por no decir imprescindible, para la renovación moral y espiritual de las sociedades convulsionadas por la guerra y para una reconstrucción democrática del Estado, basada en el reconocimiento y garantía de los derechos humanos y en lo que se viene a designar pronto como el principio del Estado social de derecho».
La amenaza del materialismo antropológico
Sin embargo, este logro indiscutible se encuentra amenazado hoy por esa «nueva versión del materialismo antropológico». Una concepción que ve al hombre como simple «unidad biológica de interacción», condicionado por el determinismo: biológico, psíquico, social, económico y cultural.
Redescubrir el fundamento de los derechos
Por eso, según el purpurado, el desafío en estos momentos está en redescubrir el fundamento de los derechos humanos a la luz de una visión integral del hombre, único e irrepetible. Este reto pasa por cuatro irrenunciables vías: la vía jurídica, la sociológica, la filosófica y la teológica.
Insistió en la importancia de la vía teológica, pues nos permite «dar cuenta del fundamento preciso de la dignidad personal de cada hombre al saber teológicamente que cada ser humano ha sido querido y creado directa e inmediatamente por Dios, con su propio nombre».
En definitiva, el cardenal de Madrid señaló que «los derechos superiores de Dios» «representan el apoyo primero y último, a la vez que la garantía inquebrantable, de los derechos del hombre».
El cardenal estuvo acompañado, entre otras personalidades, por el nuncio de Su Santidad en España, Manuel Monteiro de Castro. La contestación en nombre de los académicos corrió a cargo de Juan Velarde Fuertes.
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May 30, 2001 00:00