CIUDAD DEL VATICANO, 5 julio 2001 (ZENIT.org).- En un mundo «difícil y complejo», como constató este jueves Juan Pablo II, al encontrarse con los primeros obispos del milenio, ser pastor de una diócesis se ha convertido en uno de las misiones más difíciles.

Incluso las personas que no se dicen católicas, piden hoy que los obispos tengan don de gentes, don de gobierno, capacidad de diálogo, que sean pastores que de verdad cuiden a su grey, expertos en teología, y genios de la comunicación; y, ante todo, que sean santos...

Este es sin duda uno de los motivos que han llevado a la Congregación vaticana para los Obispos, dirigida desde hace unos meses por el cardenal italiano Giovanni Battista Re, a invitar a Roma, entre el 29 de junio y el 6 de julio, a los obispos nombrados durante el año 2000 y los primeros meses de 2001 para compartir experiencias, en una peregrinación conjunta a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo.

El encuentro, que ha sido acogido por el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum», institución universitaria dirigida por los Legionarios de Cristo, como constató en la mañana de este jueves el Papa al encontrarse con los 153 nuevos obispos participantes, se ha convertido así en «una pausa de comunión fraterna y de profundización serena en algunos temas y problemas prácticos que interpelan de manera particular a la vida de un obispo».

En las mañanas del encuentro, los obispos han escuchado experiencias sobre temas decisivos de su ministerio expuestas por quienes ya tienen lustros de experiencia.

Algunos de los obispos que han ofrecido su testimonio trabajan en la Curia romana. El cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por ejemplo, afrontó el tema «El obispo, maestro y custodio de la fe». El cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, habló sobre «El obispo, padre y pastor». El cardenal Jorge Arturo Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, se detuvo a profundizar en la figura del obispo «santificador de su pueblo».

Los otros obispos que compartieron su experiencia proceden de diócesis de los diferentes continentes. El cardenal Antonio María Ruoco Varela, arzobispo de Madrid, habló sobre «El gobierno de la diócesis»; el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, afrontó el decisivo tema de «El obispo y los medios de comunicación social»; el arzobispo Justin Francis Rigali de St. Louis (Missouri), se detuvo en el tema de «la promoción de las vocaciones y el cuidado de los seminarios».

Este intercambio de experiencia ha bajado también, especialmente durante las intervenciones de la tarde, a los detalles muy prácticos de la vida diaria del gobierno de una diócesis.

El arzobispo Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe analizó la relación entre el obispo y las publicaciones de la diócesis. El padre Gonzalo Miranda, l.c., decano de la facultad de bioética del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum», ilustró los «Problemas de la bioética». El cardenal Anthony Joseph Bevilacqua, arzobispo de Filadelfia, afrontó las dificultades más agudas de los sacerdotes hoy. El cardenal Claudio Hummes, arzobispo de Sao Paulo, dio consejos sobre cómo organizar los numerosos compromisos de un obispo. El cardenal Edmund Szoka, presidente de la Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, habló sobre «El obispo y la gestión de las finanzas». Por último, el cardenal Francesco Pompedda prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica recordó el funcionamiento de «Los Tribunales eclesiásticos».

Según confiesan algunos de los obispos participantes, lo más interesante del encuentro ha sido sin embargo, el poder encontrarse con hombres como ellos, con sus mismos problemas y desafíos, procedentes de todos los continentes. Una oportunidad que hasta ahora nunca se había ofrecido.