ROMA, 24 julio 2001 (ZENIT.org–FIDES).- La apertura del vértice del G8 en Génova y las manifestaciones anti-G8 han creado una violencia inaudita que superó los cálculos más pesimistas. Un joven, Carlo Giuliani, de 23 años, murió a manos de otro joven carabinero que hacía el servicio militar, de 20 años, en un intento de linchamiento de las fuerzas del orden. Acerca de estos dolorosos hechos, ante el dolor de los genoveses que estaban orgullosos del embellecimiento de la ciudad para la cumbre, hemos preguntado al padre Piero Gheddo, misionero del PIME, presente en la ciudad ligur destruida durante estos días.
El padre Gheddo, antes del vértice, hizo declaraciones muy críticas contra el manifiesto firmado por 60 organizaciones católicas, que decidieron manifestarse pacíficamente antes de la cumbre del G-8. Es autor, junto con Roberto Beretta, del libro «David y Goliat en el G-8. Diálogo sobre la globalización», que prepara Ediciones San Pablo.
“Génova es una ciudad en guerra, bajo asedio -dice el padre Gheddo-. Ante el pobre muchacho de 23 años muerto sobre el asfalto, hoy todos están dispuestos a expresar sentimientos de condolencia; todos se declaran contrarios a la violencia. Los contestatarios al G-8 se dividen en pacíficos y violentos, pero ésta es una división artificial. Es cierto que la gran mayoría de los manifestantes son pacíficos, pero la ideología de la que están empapados conduce casi necesariamente a la violencia”.
Las causas que llevan a esta violencia, afirma, son el primer lugar, “la ideología del ‘todo y ya’, originada en el 68. El G-8 tenía en su agenda, desde hacía muchos meses, bastante antes de las manifestaciones en la calle, la intención de discutir y decidir acerca de cómo reducir la miseria de los pueblos pobres. ¿Qué sentido tiene protestar contra los jefes de los países ricos y no hacerlo contra nuestra sociedad del despilfarro, de lo superfluo, del desinterés por los pobres del mundo? Los del G-8 han sido elegidos democráticamente y dependen del voto de sus electores: si no cambia nuestro ‘modelo de vida y desarrollo’, ni siquiera el que es jefe puede hacer gran cosa”.
En segundo lugar señala como causa “el análisis sobre la pobreza de los pueblos pobres, de origen marxista (el mundo dividido entre explotados y explotadores). Entre los contestatarios del G-8, al menos por cuanto he oído en estos días en Génova, en varios encuentros con manifestantes, no he encontrado a ninguno que no crea ciegamente en el angosto esquema ideológico según el cual nosotros somos ricos porque los otros son pobres, y viceversa; el 20% de la población mundial acapara el 80% de las riquezas del mundo, y viceversa”.
“Si este análisis es verdadero -añade-, como creen los anti G-8, inevitablemente se llega a la condena, al rechazo del mundo rico (‘este mundo me da asco’ dicen muchos jóvenes en Génova) y, los más exaltados, llegan a la violencia. Pero este análisis está radicalmente equivocado. Si no, ¿por qué van los misioneros a África, a educar con el Evangelio? Educar no es necesario, dicen los anti G-8, las culturas son todas equivalentes y la pobreza proviene de la rapiña de los ricos a los pobres. Los misioneros, dicen, que se queden aquí a hacer la revolución, de forma que se realice ‘una justa distribución de los bienes de la tierra’. Otra consigna contraria a la realidad de los hechos: Etiopía es mucho más rica en bienes naturales que Italia, pero inmensamente más pobre, o mejor dicho, ‘empobrecida’. ¿Cómo y por quién, pregunto yo? ¿A causa de seis años de colonización italiana? ¿Qué grandes riquezas robadas deberíamos devolver a Etiopía? ¿El obelisco de Axum? Las causas de la pobreza en el Tercer Mundo son mucho más profundas: históricas, culturales y religiosas. El Evangelio sirve justamente para hacer del hombre agente de desarrollo”.
“Los misioneros -indica el padre Gheddo-no han esperado a interesarse por los pobres ni por el G-8 ni por los anti G-8. Sin embargo, en estos días no se habla nunca de su experiencia exitosa contra la pobreza, hecha de anuncio, de educación, de compartir y de solidaridad pagada con la vida. El mundo rico puede producir dinero y máquinas que mandar a los pobres, puede producir contestatarios y anti G8, pero cada día produce menos hombres y mujeres dispuestos a dar la vida por los demás”.