FLORENCIA, 31 julio 2001 (ZENIT.org).- Desde hace diez años, durante los meses de verano, grupos de jóvenes proveniente de varios países europeos presentan en su propia lengua, la historia, el arte y el sentido religioso de Santa María del Fiore y de otras iglesias históricas de la joya del Renacimiento, Florencia.
Visten una chaqueta verde con el símbolo de la Cúpula de la catedral. Son todos voluntarios, estudiantes universitarios y jóvenes licenciados, trabajan siete horas al día durante tres semanas. Forman parte de la Federación internacional «Ars et fides», presidida por monseñor Timothy Verdon, que en Florencia dirige la Oficina para la Catequesis a través del arte.
Estos guías ofrecen algo que pocos agentes turísticos enseñan: no sólo explican quién, cuándo y cómo plasmó el arte florentino, sino sobre todo profundizan en el por qué, la fe que movía su cincel, su pincel o sus grúas.
«La situación de ciudad de arte como lo es Florencia –explica Verdon– es distinta de una ciudad veraniega o de una ciudad de balnearios, donde las personas permanecen durante periodos prolongados y donde existe, por lo mismo, la posibilidad de una pastoral continuada. El tipo de turismo del que vive la ciudad toscana es aquel del «muerde y huye»: millones de visitantes, de culturas diversas de la nuestra, cuyos conocimientos del cristianismo son literalmente imposibles de calcular, que tienen poco tiempo y que, en Florencia, a diferencia de Asís o de Loreto, non han venido en primer lugar a la búsqueda de una experiencia religiosa».
«Es una situación que impone nuevos ritmos, además de la confianza en que Dios hable a las personas también a través de la vida, la historia, la belleza», añade el sacerdote.
Se trata de una evangelización indirecta, mediatizada por la cultura. «Este tipo de acercamiento atento al origen evangélico de las obras de arte », como lo define el presidente de «Ars et fides», es confiado a los jóvenes voluntarios que vienen preparados para su tarea por los miembros de la Oficina diocesana para la catequesis a través del arte, con visitas y conferencias de formación.
Ofrecen al menos cuatro visitas al día, y en los meses de vacaciones, entran en contacto con unas 20.000 personas.
En Florencia, estos «voluntarios veraniegos» toman el lugar de los voluntarios permanentes de la catedral, que en julio y agosto se reducen en número, pero que en el resto del año, con más de 70 miembros. Ilustran todos los días, además de los tesoros de la catedral, los de las basílicas de San Lorenzo, Santa María Novella y Santa Croce.