TORONTO, 31 julio 2001 (ZENIT.org).- Unos cinco mil jóvenes se congregaron el 28 de julio pasado, en la Plaza Nathan Phillips, ante el Ayuntamiento de Toronto, para lanzar oficialmente la cuenta atrás de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) que se celebrarán en julio del 2002 en esa ciudad.
El evento se convirtió en un encuentro a ritmo de música, baile, oración y meditación en pasajes del Evangelio. El grupo canadiense Leahy fue el invitado musical especial.
Entre los presentes, junto a los jóvenes, se encontraban Justin Trudeau, hijo del recientemente fallecido primer ministro canadiense Pierre Trudeau, el alcalde del Toronto Mel Lastman, el cardenal Aloysius Ambrozic, arzobispo de la ciudad, y Hana Gartner estrella del canal televisivo canadiense CBC.
Juan Pablo II quiso hacerse presente enviando en primicia su mensaje para las JMJ 2002 que lleva por lema «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo».
Los miles de chicos y chicas no sólo procedían de la Canadá de habla inglesa y francesa, sino también de otros países, en particular, de Estados Unidos, Francia, Argentina e Italia.
La enviada especial de la CBC, Hana Gartner, tomó la palabra para recordar que «la juventud es la sal de la tierra». «Por tanto, añadió, no hay nada más positivo e inspirador para nuestro país y nuestra ciudad que actuar como un faro que atraerá a los jóvenes de todo el mundo para celebrar su fe y proclamar su espiritualidad. Todos nosotros nos enriqueceremos por esta experiencia».
La JMJ 2002 será la reunión más numerosa de la historia de Canadá, con al menos 500 mil jóvenes participantes.
El padre Thomas Rosica, director nacional de las JMJ 2002, aseguró ante los chicos y chicas reunidos en la plaza símbolo de Toronto: «La campana tocará hasta que comience la invasión de jóvenes en julio del año próximo. El Comité nacional de la JMJ 2002 está encantado con la maravillosa respuesta de jóvenes al inicio de esta cuenta atrás».
De hecho, antes de que se abran las reservaciones, ya se han recibido peticiones de unos 300 mil jóvenes.
«En estos momentos este movimiento se extiende por toda la Iglesia y por todo el país. Nos sentimos sumamente agradecidos con Juan Pablo II por haber dado a Canadá, a Ontario y a Toronto un regalo tan bello», concluyó el Padre Rosica.