MILAN, 14 nov 2001 (ZENIT.org–Avvenire).- Siglos de pensamiento griego y
derecho romano, en el que se injertó la palabra de Cristo, han hecho de Italia un pueblo sumamente tolerante, particularmente en sus relaciones con creyentes de otras religiones, y en particular del Islam.
Pero en estos días los periódicos han dejado espacio a la opinión de quienes consideran que ahora se exagera. En estos días, por ejemplo, se ha decidido cerrar una escuela para permitir a un grupo de estudiantes musulmanes festejar el inicio del Ramadán; otra escuela quitó el crucifijo de las aulas para no ofender a los pequeños musulmanes…
Estos gestos de tolerancia, han sido calificados por medios de comunicación en Italia como de «una sola dirección», pues muchos países musulmanes no reconocen ciertos derechos fundamentales de los creyentes en otras religiones.
«Es seguramente una paradoja, no puedo negarlo –reconoce Francesco D´Agostino, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Tor Vergata (Roma) y presidente de la Asociación de Juristas católicos de Italia–, pero depende del hecho de que vivimos una transición: estamos en el vado entre una época en la que el multiculturalismo era desconocido y un periodo en el que se ha convertido en una realidad cotidiana».
En esta entrevista, el profesor D´Agostino afronta el espinoso argumento.
–¿Qué significa, en concreto, ser un tolerante sin rebajar identidad y cultura?
–Francesco D´Agostino: La tolerancia es un deber específico de los cristianos porque creen en un Dios que es Padre de todos los hombres. En concreto hay que potenciar los elementos que nos hermanan con los islámicos sin rebajarse a componendas. Esto es una realidad aunque los musulmanes no hubieran alcanzado a esta conciencia. El cristiano no puede limitarse a decir: si tu no me dejas abrir una iglesia en Arabia yo no te dejo rezar en una mezquita en Italia. Ahora bien, puede criticar, es más, debe falsas creencias según las cuales, por ejemplo, la muerte de otros seres humanos es un acto de fe querido por Dios.
–Vayamos a lo concreto: un padre musulmán que pretende quitar la cruz de un aula de escuela a la que asiste su hijo.
–Francesco D´Agostino: Hay que responder con estrategias de integración. Decirle: «La cruz no te puede ofender, contiene todo el valor de la dignidad humana que también los laicos propugnan. Nosotros te respetamos si en la cartera llevas el Corán».
–No creo que todos comprendan esta explicación.
–Francesco D´Agostino: Debemos usar una fuerte paciencia histórica. También Dios ha sido paciente con su pueblo… Lo importante es sembrar, dar señales intelectualmente honestas, no pretender que el diálogo lleve enseguida a resultados.
–¿Cómo comenta el hecho de que chicos no musulmanes tengan vacación para permitir a sus compañeros musulmanes festejar el Ramadán?
–Francesco D´Agostino: Inventemos formas de compatibilidad: por ejemplo ese día, en vez de quedarse en casa, los estudiantes no islámicos podrían ir a la escuela para conocer y hablar sobre los valores del Islam.
–A menudo se nos ridiculiza por esta disponibilidad.
–Francesco D´Agostino: Es verdad, no seremos comprendidos, pero también este es el precio del testimonio cristiano. Eso sí, no debemos ceder en materia de los derechos humanos fundamentales, los valores de la coexistencia civil, pues son irrenunciables en su carácter laico, pues fundan toda sociedad humana.
–Pero estos valores son vistos por algunos como un patrimonio occidental.
–Francesco D´Agostino: Y es aquí donde no debemos transigir. Por ejemplo, sobre la paridad hombre-mujer. Hay que defenderla sin timidez en nombre de los valores constitucionales y con la Declaración universal de los derechos humanos, que en 1948 fue firmada por muchos países islámicos.