NUEVA YORK, 22 noviembre 2001 (ZENIT.org).- Alhaji Babah Sawane, veterano de guerra con catorce años, tomó este martes la palabra ante el Consejo de Seguridad de la ONU para hacer un dramático llamamiento: «En nombre de todos los niños de Sierra Leona, pido a vuestra organización que haga todo lo posible para acabar con nuestra tragedia».
Nunca antes un niño había tomado la palabra ante el órgano ejecutivo de la ONU. Es uno de los 300.000 niños-soldado que, según fuentes de esa institución, son obligados a combatir en más de 30 países en las filas de los ejércitos gubernamentales o mercenarios. Cinco mil sólo en Sierra Leona.
Alhaji tenía sólo diez años cuando fue obligado a enrolarse en el Frente de los Revolucionarios Unidos en Sierra Leona, tras haber sido arrebatado a su familia y adiestrado en el uso de las armas.
«Os pido que nos ayudéis a reencontrar la posibilidad de circular libremente en todas las zonas del país –dijo el niño–. Os pedimos restituirnos la posibilidad de visitar a nuestras familias, a nuestros amigos, sin el terror de ser secuestrados y reclutados y arrojados dentro de quién sabe qué horrores».
Alhaji fue liberado en enero pasado. Un largo trabajo de «contratación» con los comandantes del RUF llevado adelante con tenacidad por las fuerzas de paz de la ONU en Sierra Leona. Junto a él han dejado el infierno de las armas otros 250 niños-soldado.
El problema es que las vidas de estos niños quedan irremediablemente afectadas. Corrompidos por la guerra tienen dificultades para curar la herida, reencontrar la normalidad de una vida de niño.
Alhaji ha sido ayudado por una asociación católica de socorro antes de ser confiado a una madre adoptiva. No ha podido volver a encontrar a sus padres.
«He afrontado junto a mis familiares –explicó el niño ante el Consejo de Seguridad– todas las dudas, la desconfianza en la posibilidad de volver a ser un chico normal».
Con la tarea, la más grande, de olvidar: «He visto cosas terribles. Las han hecho los niños. Las han hecho los adultos».
Por ello, expresó el deseo de que, junto a las intervenciones de desarme, de desmovilización, en los diversos países, la ONU organice también planes terapéuticos de recuperación para estos muchachos.
La Iglesia católica es desde hace años protagonista de la campaña para que se ponga punto final a la práctica de reclutar niños-soldado. Juan Pablo II exigió el 3 de junio pasado la movilización de la comunidad internacional para acabar con este escándalo.
Dos días después, la Misión permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, dirigida por el arzobispo Renato Martino, organizó en la misma sede de la ONU en Nueva York un Simposio sobre el tema «Los niños en los conflictos armados: una responsabilidad de todos».
En Sierra Leona, en concreto, desde el 7 de julio de 1999, fecha en la que se firmó un armisticio, la Iglesia católica comenzó la obra de reinserción y reeducación de niños y muchachos que en su infancia han jugado con fusiles de verdad.
El Consejo de Seguridad, tras escuchar la intervención de Alhaji, decidió por unanimidad adoptar una Resolución urgente para que todos los Estados miembros ratifiquen un tratado que prohiba el reclutamiento de chicos por debajo de los 18 años.
Los diplomáticos subrayaron que esta nueva medida (que se añade a otras tres adoptadas en 1999) es un nuevo intento de centrar la atención de la comunidad internacional sobre el problema de los niños-soldado.
Y también de las niñas-soldado: «Hay grupos de combate –indicó el representante de la ONU Olara Otunna, representante especial de las Naciones Unidas para los niños en conflictos armados– que, para los comandos destinados a operaciones kamikaze siguen prefiriendo a las niñas».