CIUDAD DEL VATICANO, 28 noviembre 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede pidió educar a los jóvenes en su propia fe, respetando las creencias de los demás, al intervenir en la Conferencia de la ONU sobre la Educación Escolar en relación con la Libertad de Religión y de Convicciones, la Tolerancia y la No Discriminación, celebrada en Madrid del 23 al 25 de noviembre.
Tras recordar que la religión desempaña un papel central en la vida de millones de personas, el «embajador» del Papa en la sede de las Naciones Unidas de Ginebra, el arzobispo Diarmuid Martin, recomendó «la educación religiosa es un instrumento poderoso para ayudar a los creyentes a intensificar sus esfuerzos hacia la realización de la unidad de la familia humana».
En el encuentro organizado por la ONU unos seiscientos representantes de los Estados miembros,
organizaciones intergubernamentales, comunidades religiosas o de convicciones y un grupo de expertos, debateiron acerca de los medios más apropiados para combatir la intolerancia y la discriminación fundadas en la religión y las convicciones a través de la educación escolar.
Según el observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas la religión constituye de hecho «un factor clave para fomentar la comprensión y la tolerancia entre las comunidades religiosas».
«La libertad religiosa –subrayó Martin– constituye un derecho humano fundamental y puede considerarse con certeza una de las piedras angulares del edificio de los derechos humanos, porque atañe a una esfera íntima de la existencia humana y de la identidad personal, la relación entre la persona y lo Transcendente».
Esta libertad, agregó, incluye «el derecho de que a los grupos religiosos no se les impida demostrar libremente el valor especial de sus enseñanzas para la organización de la sociedad y la inspiración de la actividad humana en general».
«Afrontar con honradez las tensiones del pasado –aseguró– engendra una gran fuerza para la construcción de un futuro diferente y para el comienzo de un proceso de reconciliación y pacificación».
Por eso, concluyó, «en la formación de futuros maestros hay que dedicar atención especial a su capacidad para afrontar de modo sensato las cuestiones históricas controversas. Donde haga falta, será necesario revisar los textos y el material escolar para eliminar la presentación parcial o con
prejuicios de acontecimientos históricos y de otras tradiciones religiosas».
El encuentro de la ONU concluyó con una declaración final en la que se subraya, entre otras cosas, la necesidad de que los Estados establezcan y apliquen políticas educativas que contribuyan a la erradicación de los prejuicios y de concepciones incompatibles con la libertad de religión.
La Conferencia de Madrid insistió en que la educación escolar debe orientar a los alumnos a distinguir el fundamentalismo de las creencias sinceras positivas.
En su mensaje dirigido a la Conferencia, leído por la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Mary Robinson, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, asegura que que tras el 11 de septiembre, se ha hecho más patente que nunca «la necesidad de usar la educación para avanzar en la libertad de religión, la tolerancia y la no discriminación».
«La gente debe y puede sentirse orgullosa de su fe o su herencia, pero podemos apreciar lo que somos, sin odiar lo que no somos», añadió.
El Príncipe Felipe de Asturias aseguró por su parte en la inauguración que «los valores no se heredan, sino que se aprenden».
Para el heredero de la Corona española, «la libertad y el respeto al otro deben aprenderse desde la infancia», ya que ésta es la única forma de que los jóvenes interioricen los valores que constituyen la base de la condición humana.
«Se les debe enseñar que las semejanzas son mayores que las diferencias» entre los pueblos, así como que «la diversidad no debe ser un obstáculo para que los seres humanos nos reconozcamos como compañeros de viaje», indicó Don Felipe, quien subrayó que esta cuestión «demanda un esfuerzo especial por parte de padres y educadores».