Gran Bretaña: El largo camino del diálogo tras el cisma de Enrique VIII

Permanecen discriminaciones contra los católicos

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LONDRES, 15 enero 2002 (ZENIT.org).- Churchill citado junto al Evangelio de San Juan. En la homilía ante la Reina en la iglesia de St. Mary en Sandringham, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor recordó su infancia en Reading, cuando, mientras las bombas alemanas caían sobre Gran Bretaña, la voz del pirmer ministro invitaba a los ciudadanos a resistir.

Con la misma voluntad –dijo el primado católico en su histórico sermón–, los cristianos deben trabajar por la unidad, seguros de que será fruto del trabajo de Dios y no sólo de sus esfuerzos.

A quinientos años de la Reforma de Enrique VIII, que rompió el lazo teológico entre las islas británicas y Roma, la Iglesia católica vuelve al centro del Estado inglés, acogida por la Reina durante las vacaciones navideñas.

Tras los largos siglos de persecución, los católicos volvieron a obtener los derechos civiles sólo en 1829, pero la Iglesia fiel a Roma estaba constituida fundamentalmente por inmigrantes irlandeses de origen humilde. Era una Iglesia doblemente «extranjera», pues era extraña a cinco siglos de historia inglesa y casi incapaz de comunicar con las clases dirigentes.

Durante la época del cardenal Basil Hume, el amadísimo primado desaparecido en 1999, los católicos obtuvieron un nuevo papel de liderazgo espiritual en el país. El reconocimiento del carisma de Hume llegó con la decisión de la Reina de participar, en 1995, en una misa en la catedral de Westminster, la iglesia madre del catolicismo.

«La homilía del cardenal en Sandringham es la segunda cita más importante de la soberana con la Iglesia católica y la señal de que el Estado inglés considera a los fieles a Roma como súbditos y cristianos a la par en todo con los anglicanos», reconoce este martes uno de los diarios católicos más influyentes de Europa, «Avvenire».

A pesar de ello, la legislación conserva algunas discriminaciones. Una antigua ley, la Ley de Asentamiento de 1701, impide a los católicos ascender al trono o casarse con los herederos de la corona inglesa.

En una entrevista concedida a principios de enero a «Today», programa radiofónico de la BBC, el cardenal Murphy-O’Connor pidió que se cambie la Constitución para eliminar este último bastión del anticatolicismo.

«No está claro si el purpurado ha discutido el problema con la Reina, pero ciertamente la abolición de la Ley de Asentamiento significaría que en las islas británicas la Iglesia de Roma ha sido aceptada a todos los efectos», concluye «Avvenire».

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ZENIT Staff

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