CIUDAD DEL VATICANO, 29 abril 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II afirmó este lunes que los inmigrantes, en particular los clandestinos, no pueden ser abandonados a su suerte y exigió para ellos la asistencia de todos, en particular de la Iglesia católica.
«Es importante que a los inmigrantes no les falte una acogida fraterna y una adecuada asistencia religiosa, de manera que se sientan comprendidos en sus problemas y bien acogidos por sociedades que respetan su identidad cultural», dijo el Papa.
Dirigiéndose a los miembros del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes, presidido por el arzobispo japonés Stephen Fumio Hamao, afirmó: «los clandestinos, cuya vida es puesta a riesgo a bordo de embarcaciones, no deben quedar abandonados a su suerte».
«En toda situación será necesario asegurar condiciones de trabajo más justas y respetuosas de las exigencias individuales y familiares, y al mismo tiempo habrá que esforzarse por proponer adecuadas oportunidades de cultivo de la propia fe y de la práctica religiosa», aclaró.
En su discurso, el obispo de Roma afrontó también las oportunidades que hoy día presenta el turismo (otro de los argumentos a los que se dedica el Consejo Pontificio para las Migraciones) y exigió respeto por las poblaciones que acogen turismo.
«No se pueden olvidar –dijo– aquellas singulares ofertas turísticas de «paraísos artificiales» en las que se abusan con intereses meramente comerciales de poblaciones y culturas locales en provecho de un turismo que, en ciertos casos, no respeta ni siquiera los más elementos derechos humanos de la gente del lugar».
Para afrontar estos desafíos el Papa propuso a la Iglesia católica adoptar «una pastoral» que sirva para «formar bien a los laicos» implicados en estos sectores, y sensibilizar a las comunidades cristianas sobre los problemas de la movilidad humana.