El Premio al progreso de la religión a un científico y pastor protestante

Hay armonía entre ciencia y religión, afirma Polkinghorne

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LONDRES, 29 abril 2002 (ZENIT.orgAvvenire).- De profesor de Física matemática en la Universidad de Cambridge a vicario protestante, ayudante del pastor de una gran parroquia pobre al sur de Bristol. Este es el itinerario de John Polkinghorne, quien a los 49 años abandonó una prestigiosa carrera académica para dedicarse a la religión.

Este lunes recibió el premio Templeton para el progreso de la religión de manos del duque de Edimburgo en Buckingham Palace.

El premio Templeton es una especie de Nobel al progreso de la religión, asignado cada año a una personalidad que haya contribuido en modo significativo al progreso espiritual. Fue concedido en 1973 a Madre Teresa de Calcuta y ha sido atribuido a los científicos Freeman Dyson, Ian Barbour y Paul Davies.

–Mirando a las relaciones entre ciencia y religión en nuestra época, a veces se tiene la impresión de que la religión llega con retraso respecto a la ciencia, que sea menos capaz de explicar la realidad…

–Profesor Polkinghorne: En mi opinión, ciencia y religión deberían estar de acuerdo porque se ocupan de cuestiones diversas pero complementarias. La ciencia trata de describir la realidad, mientras que la religión responde a la pregunta sobre cuál es la razón última de las cosas. Hay necesidad de ambos puntos de vista. Tanto ciencia como religión tienen en común la búsqueda de la verdad.

Me parece que en el cristianismo existe una larga y consolidada tradición de armonía entre ciencia y religión.

–¿Cree que la ciencia está autorizada para explicar fenómenos religiosos?

–Profesor Polkinghorne: No, pienso que la ciencia se ocupa de la esfera de la materia y la religión de la espiritual y que se trata de dos ámbitos diversos. El «testing», es decir la búsqueda de las pruebas, no es lo mismo que al «trusting», es decir, dar confianza a las personas o a las situaciones. No creo que la ciencia esté autorizada a interferir en la esfera de lo personal.

La ciencia puede decirnos de qué materia está hecho un cuadro, cómo se ha hecho, de qué están compuestos los barnices, pero no es capaz de comprender, ni explicar, las emociones que un cuadro suscita en nosotros, el significado que tiene para nosotros como seres humanos.

Para la ciencia, la música es sólo un conjunto de vibraciones. Creo también que en la esfera religiosa hay muchas cosas que no se pueden explicar, que Dios sea en parte incomprensible, y que sea difícil agotar con los instrumentos de la razón la naturaleza divina.

Pienso de todos modos que los teólogos deben adquirir mayores conocimientos científicos. Los teólogos piensan en términos breves, algunos miles de años de cultura humana, en vez de en miles de millones de años de la historia del universo. Cuando dicen «el mundo» entienden nuestro planeta Tierra, en lugar de los cien mil millones de galaxias del universo. Deberían ampliar sus horizontes.

–¿Qué piensa del intento de la biología evolucionista de dar una explicación a los comportamientos morales.

–Profesor Polkinghorne: No pienso que el comportamiento de los seres humanos se pueda explicar con la genética o la biología. Se puede decir que nos ocupamos de nuestra familia porque son portadores de nuestros mismos genes, pero no podemos explicar con la biología el altruismo humano. Los seres humanos son capaces de verdadero heroísmo para salvar a sus semejantes, y este comportamiento no puede ser explicado por ninguna ley científica.

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ZENIT Staff

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