MONTREAL, 3 mayo 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- Los largos y fríos inviernos, la falta de sacerdotes y las enormes distancias de una diócesis de 1.400 kilómetros cuadrados y dos millones y medio de habitantes, fueron las condiciones, consideradas de «grave necesidad», que llevaron a realizar una experiencia singular en Montreal.
Durante el Año Santo, el arzobispo, cardenal Jean-Claude Turcotte, lanzó «ad experimentum» la confesión con absolución colectiva en el Adviento, que duró poco y se concluyó con un balance más bien negativo. El obispo auxiliar y vicario general de la diócesis, monseñor Anthony Mancini explica el resultado de esta experiencia.
–¿Por qué se sintió la necesidad de instituir esta posibilidad?
–Se aplicó una interpretación seguramente muy amplia a la «grave necesidad». En efecto, pensábamos que algunas condiciones como el clima especialmente duro durante el invierno, la falta de sacerdotes que pudieran dedicarse a tiempo completo a las confesiones, y también las grandes distancias fueran suficientes para cumplir aquel requisito.
–¿Cuánto duró el experimento?
–Todo el Adviento de 2000. En las parroquias de la diócesis de Montreal los párrocos que lo consideraban oportuno podían permiso para proceder a la absolución colectiva.
–¿Y cuáles fueron los efectos?
–Sinceramente tengo que decir que no han sido positivos. Quien se esperaba un incremento de las confesiones quedó desilusionado porque, al contrario, los fieles mostraron de modo claro que no les gustaba esta forma de celebración del sacramento de la reconciliación.
–Y, ¿por qué motivo?
–Muchos me dijeron que no tenían la sensación de haber sido perdonados. Y esta motivación, que pertenece a la esfera psicológica, no debe ser infravalorada. Al contrario, desde el punto de vista espiritual es muy importante. En el momento en el que recibimos el perdón de nuestros pecados, tenemos necesidad de oír la voz del «otro», el sacerdote, que se hace intermediario de la misericordia del «Otro» por excelencia, es decir Dios. Por otra parte, cada sacramento es recibido individualmente. Y no se puede hacer excepción justo con la confesión. Así, el cardenal, oído también el parecer del Consejo Episcopal, decidió poner fin a la experiencia.
–Según su experiencia pastoral, ¿qué es lo que hay que hacer para relanzar el sacramento de la reconciliación?
–Tenemos que escuchar la voz del Santo Padre y seguir sus indicaciones. Personalmente, justo en el periodo en el que se podía dar la absolución colectiva, hice una experiencia muy significativa. Una tarde, en una parroquia, a pesar del parecer contrario del párroco, quise confesar individualmente. Permanecí hasta las 2 de la madrugada. Y muchos de los fieles que se presentaban me decían que no se confesaban desde hacía años. Tras aquella experiencia, me he convencido de que no podemos negar a nuestra gente la posibilidad de un encuentro personal con Cristo mediante el sacramento.