Lo que la Iglesia se juega en la canonización del vidente de Guadalupe

Exclusiva con los postuladores de la causa, los padres Chávez y Guerrero

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CIUDAD DEL MÉXICO, 9 mayo 2002 (ZENIT.org).-
Los padres José Luis Guerrero y Eduardo Chávez hablan de la importancia de la canonización de Juan Diego. Ambos fueron las piezas clave para que el indígena mexicano, testigo de las apariciones de María de Guadalupe, sea proclamado santo el próximo 31 de julio en la Basílica de
América.

–Hay mucha gente a la que le parece «curioso» que apenas hoy se reconozca la santidad de Juan Diego y que el proceso de su canonización haya ido «tan rápido», como si hubiera urgencia de hacerlo santo. ¿Qué opinan ustedes?

–Eduardo Chávez: Ciertamente en los últimos tiempos se ha estudiado más la vida de Juan Diego para su canonización, pero ya desde el siglo XVI se le consideraba como intercesor ante la Virgen y desde el siglo XVII se le consideraba santo o merecedor de los altares. De hecho, muchos mexicanos ancestros nuestros pensaban que Juan Diego ya estaba en el cielo. Por lo que respecta a si la canonización, es un proceso «políticamente correcto» de las normativas canónicas, debo decir que la última etapa de estudio duró cerca de 22 años.

–Una de las objeciones que le ponen historiadores e incluso gente de la Iglesia a Juan Diego es que buena parte de las informaciones sobre su historicidad son muy tardías, ya bien entrado el siglo XVII. ¿Cómo pudieron ustedes sortear este dato?

–Eduardo Chávez: Muchos de los testimonios del siglo XVII son de ancianos de avanzada edad, que narran lo que sus antepasados les contaron. Bien puede ser que sus abuelos hubieran sido contemporáneos de Juan Diego. Y hay que agregar que los testimonios del siglo XVII vienen también de autoridades de las órdenes religiosas más importantes, todos ellos bajo juramento de decir verdad de lo que les fue transmitido por sus antecesores. En 1746, Cayetano Cabrera narra cómo los coetáneos de Juan Diego lo consideraban santo e intercesor ante la Virgen de Guadalupe, y ya desde entonces exclama: «esperamos, algún día, que Juan Diego sea merecedor de los altares».

–José Luis Guerrero: Este testimonio es uno de tantos, pero se puede decir sin temor a ninguna duda que para los mexicanos de los siglos XVI, XVII y XVIII, la historicidad de Juan Diego era una cosa normalísima. Ignacio Manuel Altamirano, un liberal del siglo XIX, que hablaba mexicano, dice que él oyó cantar en el Tepeyac, en mexicano, cantos a la Virgen de Guadalupe por indígenas puros del altiplano. Por ello, Altamirano dijo que «cada mexicano es un Juan Diego».

–Documentalmente, ¿cómo se sostiene toda la historicidad de Juan Diego?

–Eduardo Chávez: No es en base a un documento, son muchos documentos de todo tipo, escritos y orales. Y dentro de los escritos hay códices, testamentos, partidas jurídicas, testimonios arqueológicos, etcétera, que van, poco a poco, interrelacionándose de tal forma que nos van dando la historia. La convergencia de las fuentes, en el caso de Juan Diego, es muy clara, además, de ninguna manera hemos despreciado, antes lo contrario, la tradición oral.

–Hay corrientes positivistas que consideran a la tradición oral como una fuente secundaria; ¿para ustedes lo es?

–Eduardo Chávez: No, por supuesto que no; para quienes hemos estudiado la historia de México desde su raíz, la tradición oral es una fuente primaria del conocimiento. Además, es parte de la ciencia de la Historia. Las orales son pruebas contundentes.

–El proceso de canonización de Juan Diego estuvo demasiado vinculado a una agenda externa, es decir, a la agenda que impusieron medios de comunicación o personajes de la propia Iglesia, como por ejemplo el ex abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, quien negó públicamente la historicidad de Juan Diego. ¿Cómo lo vivieron ustedes que promovían el proceso?

–Eduardo Chávez: Todos los santos han tenido gente en su contra. Viéndolo en perspectiva, cuando queda muy poco para que Juan Diego sea canonizado, ayudó mucho a investigar y dar contestaciones. El trabajo de la Congregación para las Causas de los Santos, en Juan Diego, es suficiente, es pleno, es completo. Es muy honesto y muy honrado. «El abogado del diablo» es esa figura que, desde dentro, hace que las cosas se sostengan a fondo, desde la esencia de tal o cual persona. Ahora bien, esta agenda externa tuvo doble filo: por un lado, sí nos impulsó a consolidar nuestras investigaciones pero, por el otro, nos consumió un tiempo precioso en contestar cada una de las miles de objeciones que se nos presentaron. Decíamos en broma el Padre José Luis Guerrero y yo que estuvimos como aquellos que afirman: «en la cabeza del ser humano hay tres millones de pelos, cuéntenlos ustedes». Nosotros los contamos uno por uno…

–José Luis Guerrero: La forma 13 de las causas de los santos manda que se conteste cualquier objeción que se presente a un proceso y se pase a la postulación a que las resuelva. Nos metieron en cada lío, la mayoría de ellos líos estúpidos…

–Eduardo Chávez: Yo, sinceramente, nunca me imaginé, tener que estudiar si Juan Diego tenía barba o no. Pero hasta eso tuvimos que responder a la que ustedes llaman «agenda externa». Sin embargo, de lo que buscaban era crear un clima de confusión que desestimara la heroicidad del futuro héroe de la Iglesia.

–José Luis Guerrero: Es la misma técnica que en siglos pasados se trató de utilizar para la negación del Evangelio.

–¿A qué se refieren?

–Eduardo Chávez: Si a mi me dicen que no existió san Francisco de Asís, me molesta, me daña, destruye un sector de la Iglesia, pero no destruye la Iglesia. Si a mi me dicen que santa Teresa fue una fantasía creada por una comunidad, bueno, me molesta, pero no me destruyen la Iglesia. Pero si me dicen que Mateo, Marcos, Lucas y Juan es una fantasía inexistente, entonces Jesús es una fantasía. Y la Iglesia es una burla. Guardando la debida proporción, esa es la clave para entender los ataques de Juan Diego…

–¿Podría explicarse un poco más?

–Eduardo Chávez: Si a mi me dices que San Felipe de Jesús es una creación de la mente, me hiere, pero no me destruye la Iglesia. Pero si me dicen que Juan Diego es una fantasía, en el fondo, lo que están destruyendo es toda la evangelización del continente a través del mensaje guadalupano, a través de Santa María de Guadalupe…

–…y de paso la negación del mestizaje…

–Eduardo Chávez: ¡Claro! Destruyen de fondo no solamente la devoción a Guadalupe, destruyen la identidad de todos nosotros.

–Entonces, en la canonización de Juan Diego se juegan cuestiones muy profundas, quizá más profundas de lo que creemos…

–Eduardo Chávez: En efecto, esta canonización lo que quiere decir es que Dios sí interviene en la historia del hombre, e interviene con lo más hermoso para Él, su madre santísima. Interviene de esa forma con nosotros, y a través de nosotros, en el mundo entero. El mensaje de Guadalupe además de ser un mensaje para México y los mexicanos, es un mensaje al mundo entero; un mensaje de unidad, de armonía, de mestizaje en el buen sentido de la palabra…

–¿Qué cambia tras la canonización de Juan Diego?

–Eduardo Chávez: En la canonización del indio Juan Diego está comprometido el magisterio de la Iglesia. Por lo tanto, yo puedo creer o no en las apariciones de nuestra Señora de Guadalupe, porque es una revelación privada; pero en Juan Diego sí tengo que creer que goza ya de la gloria porque esto es del magisterio del Papa. Por un indio humilde tengo que creer en la estrella de la evangelización que es la Virgen de Guadalupe.

–¿Qué cambió en ustedes el hecho de ser los postuladores y conocer tan de fondo lo que sucedió en 1531?

–José Luis Gu
errero: Yo soy un converso. Era un devoto «normal» de la Virgen de Guadalupe. Ahora veo que el hecho guadalupano es trascendente en la historia del mundo. Soy, después de esto, un convencido admirador de la teología guadalupana.

–Eduardo Chávez: La encomienda del cardenal Norberto Rivera Carrera de crear la Comisión histórica sobre Juan Diego me cambió en profundidad. Cuando él me lo encomiendó, yo le dije: «Mire, señor, si yo no veo que esto se pueda sostener históricamente, con toda honestidad, como sacerdote, como cristiano, como ser humano, yo le voy a decir a usted que esto no va; porque yo no voy a ser capaz de ponerle una mentira ni a usted ni al Santo Padre, ni a mí mismo».

La contestación del cardenal fue: «Que brille la verdad». Y es evidente que Juan Diego existió; Juan Diego es un ser humano maravilloso, cristiano, indígena, misionero laico. Y que posee una cualidad admirable que es la humildad.

Entrevista realizada por Jaime Septién, director de El Observador.

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ZENIT Staff

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