La iniciativa es organizada por la Comisión de Obispos de las Conferencia de la Comunidad Europea (COMECE), por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y la Conferencia Episcopal Española (CEE).
<br>
MENSAJE DEL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO EN NOMBRE DEL PAPA EN LA INAUAGURACIÓN DEL CONGRESO SOCIAL
(El Escorial, Madrid, 12-13 de mayo de 2002
Vaticano, 25 de abril de 2002
Señor cardenal:
Me complace transmitir el cordial saludo del Santo Padre a los representantes de las Iglesias particulares de Latinoamérica y de Europa, reunidos en San Lorenzo de El Escorial para celebrar un Congreso Social que patrocinado por la Conferencia Episcopal Española, el Consejo Episcopal Latinoamericano y la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea, se propone examinar, como dice el lema elegido, la aportación de la Iglesia a la colaboración conjunta de Latinoamérica y la Unión Europa para el bien común universal.
El presente Congreso es una iniciativa digna de elogio y manifiesta, ante todo, cómo los sucesores de los apóstoles de Jesucristo forman una comunión visible y promueven «las actividades comunes a toda la Iglesia» (
Lumen gentium, 23), mostrando así a los fieles y al mundo entero su unidad en la fe y su servicio común de «iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo» (
íbid. , 1)
2 Los crecientes intercambios en las diversas Iglesias particulares no solamente sirven para comprender mejor la dimensión universal de la Iglesia, sino que son un modo adecuado para tomar conciencia de la interdependencia cada vez más acusada entre los pueblos y los continentes, que hoy se describe como un proceso de globalización. En este sentido, deseo animar a vuestros respectivos organismos de cooperación a continuar su trabajo con gran espíritu de participación y colaboración.
Además, la elección de España como país anfitrión de ese Congreso, una tierra rica de historia y de raíces cristianas, favorece el trabajo de relanzar los lazos entre Latinoamérica y Europa. El uso de lenguas comunes, como son el español y el portugués, que han sabido plasmar una eximia tradición católica y llevarla a tantos países del Continente americano, permiten a éstos países ibéricos hacer puente entre dos grades regiones del mundo.
Europa, el viejo Continente, y Latinoamérica comparten una misma impronta cristiana. Ésta es una preciosa herencia que se ha de reafirmar claramente en un momento de la historia en que se hace cada vez más apremiante para la humanidad la búsqueda del sentido de la vida y la orientación definitiva de la existencia humana.
3 Es significativo que el Congreso Social tiene lugar pocos días antes de que, en ese mismo lugar, se celebre la segunda cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de Latinoamérica y la Unión Europea, subrayando así la atención de la Iglesia por el mundo y, en particular, por la clase política, cuya misión más noble es siempre el servicio al bien común. Esta orientación decidida al bien común es precisamente la clave de que disponen los hombres y mujeres comprometidos en la vida pública para restablecer el clima de confianza entre los ciudadanos y que, por diversas razones, parece deteriorarse en algunos de vuestros países.
La Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno es una ocasión privilegiada para el intercambio de ideas, informaciones y proyectos, así como el ámbito favorable para acuerdos sobre aspectos comerciales, financieros, ecológicos, sociales y políticos, en el marco de las relaciones entre la Unión Europa y Latinoamérica. Por vuestra parte, queridos hermanos en el episcopado, no dejéis de profundizar sobre las cuestiones candentes que afectan a la justicia social, la promoción de la vida y la familia, la defensa de los derechos humanos y el compromiso contra el egoísmo y la corrupción.
4 Quisiera llamar también vuestra atención sobre el hecho de la integración regional mediante tratados e instituciones comunes. Es de esperar que el actual proceso de acercamiento entre naciones de una misma zona geográfica, con cultura y mentalidad similares, sea una etapa importante hacia la «globalización de la solidaridad» (Cf.
Ecclesia in America, 55).
Dicho acercamiento ha de hacerse con un espíritu de apertura y respeto hacia cada uno de los países. En efecto, si al nacionalismo, que ciertamente se exalta a veces de manera excesiva, le sustituyeran unos entes regionales más amplios, pero construidos para servir como auténticas fortalezas inexpugnables, poco ganaría la humanidad, no se incrementaría solidaridad entre los seres humanos ni tampoco disminuiría el degrado del mundo creado.
Contra una cultura de la muerte, la desconfianza y el rechazo al otro, se ha de promover una cultura de la verdad, la confianza y el compromiso efectivo a favor de los demás, especialmente de los más necesitados.
5 El Santo Padre asegura sus oraciones por los frutos de ese Congreso, poniendo los trabajos del mismo bajo las manos bondadosas de la Santísima Virgen María, imparte a todos los participantes la implorada Bendición Apostólica.
Mientras expreso mi afectuoso saludo a todos los congresistas y aseguro mi cercanía espiritual, aprovecho la presente oportunidad para renovarle, Señor Cardenal, las expresiones de mi atenta consideración y sincera estima en Cristo.
Cardenal Ángel Sodano
Secretario de Estado de Su Santidad
[Texto original en castellano]
Habla monseñor Martino, representante ante la ONU
Declaraciones de monseñor Anthony Lobo
Sor Sophie Boudri premiada por su labor en favor de los niños abandonados