La solidaridad puede derrotar el hambre; asegura el Papa

Pide un mayor compromiso en la ayuda a los países pobres

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ROMA, 10 junio 2002 (ZENIT.org).- El problema del hambre se puede resolver con solidaridad, afirma Juan Pablo II en un mensaje enviado a la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, que se celebra en Roma del lunes al jueves.

El pontífice constata que si hasta ahora la comunidad internacional no ha logrado cumplir los objetivos que se había propuesto para reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre, ello se debe «en parte a la falta de una cultura de la solidaridad y a relaciones internacionales caracterizadas en ocasiones por un pragmatismo carente de fundamento ético-moral».

En el mensaje leído por el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, en la ceremonia de inauguración de la Cumbre, convocada por la FAO –el fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura–, el obispo de Roma denuncia que en los últimos años hayan disminuido las ayudas a los países pobres.

En vísperas de la Cumbre, la FAO [http://www.fao.org ], ha constatado un descenso en la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) para la agricultura en la década de los noventa superior al 30 por ciento.

«Hoy más que nunca se impone la urgencia de que, en las relaciones internacionales, la solidaridad se convierta en el criterio inspirador de toda forma de cooperación, conscientes del destino universal de los bienes que nos ha confiado Dios creador», afirma el pontífice en su mensaje a los participantes, entre los que se encuentran unos cien jefes de Estado y de Gobierno.

El Papa apoya en su mensaje el que la Cumbre Mundial de la Alimentación «solicite nuevamente a los diferentes miembros de la comunidad internacional, Gobiernos e Instituciones intergubernamentales, el compromiso para garantizar el derecho a la alimentación, cuando el Estado en cuestión no es capaz de facilitarla a causa del propio subdesarrollo y de las propias condiciones de pobreza».

«Este compromiso resulta más necesario y legítimo todavía por el hecho de que la pobreza y el hambre corren el riesgo de comprometer en sus raíces la armoniosa convivencia de pueblos y naciones y constituyen una amenaza concreta a la paz y a la seguridad internacional», aclara.

Según la FAO, es necesaria una inversión pública adicional de 24.000 millones de dólares (25.500 millones de euros) en los países pobres para reducir a la mitad la cifra de personas hambrientas para el año 2015 (de 800 a 400 millones de seres humanos).

El pontífice concluye garantizando el compromiso «en primera línea» de la Iglesia católica –«cercana por íntima vocación a los pobres de la Tierra»– para afrontar este «enorme desafío».

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ZENIT Staff

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