ROMA, 15 junio 2002 (ZENIT.org).-Antonio Fazio, gobernador del Banco de Italia, el banco central del país europeo, se reunió el mes pasado con el personal docente del ateneo pontificio Regina Apostolorum para discutir la cuestión de la globalización y la enseñanza social de la Iglesia.

Fazio usó como base para su presentación el texto de su comunicado, todavía sin publicar, al Pontificio Consejo Justicia y Paz el pasado 14 de septiembre. Una conferencia que tuvo lugar el pasado septiembre, que formaba parte de la preparación para el compendio que aparecerá próximamente sobre enseñanzas de la Iglesia en materia social, que el Consejo está preparando.

El tema examinado por el gobernador del Banco Central fue “Globalización, progreso económico y reducción de la pobreza”. Comenzando con la premisa, contenida en la “Populorum Progressio” de Pablo VI, de que los beneficios del progreso económico deben llegar a todas las personas, Fazio observaba que la segunda mitad del siglo XX ha visto un dramático aumento de la renta per capita en muchos países. Sin embargo, algunas regiones han obtenido sólo ganancias limitadas, mientras que otras han perdido terreno.

En América latina, debido a la inestabilidad política y a las desigualdades económicas, el progreso ha sido esporádico. Los avances en algunos países asiáticos han sido marginales, y en África la situación es incluso peor.

El libre comercio de bienes y capitales en años recientes ha permitido un gran aumento de producción y riqueza, pero, observaba Fazio, especialmente para los países en que ya estaba establecido el comercio mundial. Además, en cuanto al comercio de productos manufacturados, las ventajas se han concentrado en las economías que tenían un nivel medio o alto de tecnología.

En cuanto al capital, estos años las crisis recurrentes han afectado a países en vías de desarrollo en Asia, América latina y otros lugares. Esto ha llevado a un empeoramiento del nivel de vida, y restaurar el equilibrio económico ha significado en ocasiones sacrificios en los niveles de salarios y en impuestos más altos.

Intervención del Estado
Fazio defendía el papel de la iniciativa privada en la industria y los negocios, como “indispensable para el crecimiento económico tanto a nivel nacional como internacional”. Pero, advertía, “no es suficiente para un desarrollo equilibrado”. El mercado, afirmaba, necesita “ser regulado y guiado por políticas que, respetando la libertad de empresa, corrijan sus distorsiones y defectos”.

Una limitación del sistema de libre mercado, observaba, es que la teoría del comportamiento humano que subyace tras él es el individualismo y el utilitarismo. Pero la actividad económica necesita un marco institucional que provea de bienes públicos indispensables para conducir los asuntos civiles y económicos.

El Estado, por lo tanto, provee de productos dirigidos al bien común. Además, mientras el mercado puede promover el bienestar de todos, el Estado tiene el papel de asegurar que la ineficacia y la corrupción no dañen a la sociedad. La intervención del Estado en la economía es también necesaria para estimular la actividad económica en épocas de debilidad económica, defendía Fazio.

Otro campo reservado al Estado es el de asegurar una mejor distribución de los beneficios económicos del progreso, no siempre garantizados en suficiente medida por el mercado, observaba Fazio. Esta intervención es necesaria no solamente a nivel nacional, sino también internacional.

Cómo ayudar a los países pobres
A pesar de defender el papel del gobierno en la economía, el gobernador del banco central italiano reconocía con claridad que una mera distribución de los recursos existentes no es la respuesta para mejorar el nivel de vida en los países pobres. “Solamente un rápido desarrollo económico puede traer mejoras ostensibles en el nivel de vida”, afirmaba.

Para alcanzar un crecimiento más alto, las naciones pobres necesitan aplicar métodos de productivos usados en las economías avanzadas, con sus ajustes apropiados. Una forma de ayudar a este proceso es promover que se extienda el progreso tecnológico a las economías menos avanzadas, hacía notar Fazio. Se necesitan más esfuerzos a nivel internacional para transmitir conocimientos, con el debido respeto a los derechos de la propiedad intelectual.

La apertura al comercio es otro de los factores clave en la promoción del desarrollo. De hecho, “los países en los que las economías han crecido más rápidamente son aquellos que han tenido un mayor acceso al comercio internacional”, afirmaba.

Fazio invitaba a los países más ricos a que desmontaran sus políticas proteccionistas de productos agrícolas y textiles para ayudar a que los países en vías en desarrollo aumentaran sus exportaciones. También afirmaba que era necesario un nuevo acuerdo multilateral de comercio para disminuir las tensiones en el comercio internacional y evitar la exclusión de algunos países en los acuerdos regionales.

También se mostró crítico con algunos sectores del movimiento antiglobalización. “Se deben aislar las formas de violencia que no ofrecen propuestas constructivas”, afirmaba. Más bien, pedía una respuesta política que rectifique los “desequilibrios que ha creado la globalización”.

En cuanto a la condonación de la deuda externa a los países en vías de desarrollo, Fazio observaba que tal condonación puede ayudar a romper el círculo vicioso “en el que el pago de los intereses y la amortización del capital absorben una proporción substancial de los recursos que produce un país”. Insistía, sin embargo, en que la condonación se debería condicionar a la puesta en práctica de reformas estructurales que garantizaran el uso eficiente de los flujos de capital futuros.

Con todo, no es suficiente con las reformas económicas. El desarrollo del bienestar de los países sólo tendrá lugar si hay también “un desarrollo paralelo de los derechos que son fundamentales para la dignidad humana”.

Entre los campos en los que es necesario que se garanticen los derechos humanos, Fazio mencionaba la eliminación del trabajo infantil, de la esclavitud y del tráfico de seres humanos. Resulta también importante que se ayude a la renta familiar y asegure la atención escolar.

Contribución de la doctrina social
La última parte de la ponencia del banquero italiano se centró en el papel de la enseñanza social de la Iglesia en el mundo globalizado de hoy en día. Los importantes cambios de los últimos años “nos conducen a cuestionar si son adecuadas las ideologías económicas y sociales que se basan exclusivamente en la búsqueda de beneficios por parte de las empresas y de los individuos que participan en el mercado”, observaba Fazio.

También alabó el papel del comercio y el mercado, al decir que han contribuido a que la democracia avance en la segunda mitad del siglo XX. “La libertad económica avanza en paralelo a la libertad política”, afirmaba Fazio.

Haciéndose eco de las palabras con las que León XIII abría su encíclica social “Rerum Novarum”, Fazio establecía que había “nuevas cosas” que todavía caracterizan a la sociedad contemporánea. Las innovaciones están transformando no sólo a los países avanzados, sino que también están conduciendo a cambios mayores en los países en vías de desarrollo. Esto es algo positivo, defendía Fazio, porque el progreso económico y social puede sacar de la pobreza a cientos de millones de personas.

En la otra cara de la moneda, estos cambios pueden también fomentar sometimiento y marginalización dentro de las sociedades y a nivel internacional. Además, pueden acabar con el orden social existente donde la cultura y la tradición sean débiles.

Para afrontar estos desafíos necesitamos de una “filosofía fue rte”, comentaba Fazio. Esto incluye una sólida base de economía y de realidad política, combinada con un intercambio fructuoso entre el conocimiento secular y la filosofía y la teología.

Su conclusión: “Debemos leer el presente con la ayuda de un vasto y profundo conocimiento de los fenómenos económicos y sociales que lo caracterizan, y a la luz de la sabiduría antigua y siempre nueva abundantemente “depositada” en la Iglesia”.