SYDNEY, 1 junio 2002 (ZENIT.org).- El arzobispo católico de Sydney (Australia) George Pell se acaparó la atención de los medios cuando, el domingo de Pentecostés, denegó la comunión a un grupo de activistas, homosexuales y lesbianas declarados, del movimiento Rainbow Sash.

Zenit ofrece el comunicado completo que publicó después el prelado sobre el tema de los homosexuales que solicitan la Comunión.

Comunicado del arzobispo católico de Sydney, Dr. Pell
Sobre el tema de los homosexuales que solicitan la Sagrada Comunión




La Iglesia católica ofrece su buena voluntad a todos los sectores de la sociedad y promete su oración y su ayuda práctica donde fuere posible. Rezamos especialmente por quien está en prisión sin culpa y por aquellos que pueden acercarse sólo poco a poco a la verdad.

Aunque acepto que haya personas que puedan tener un punto de vista sobre la adecuada expresión de su vida e identidad sexual que difiera de las enseñanzas de la Iglesia, rechazo profundamente que tales personas –que profesan la fe católica- escojan para montar una demostración ideológica la Misa, y especialmente el momento de la Comunión. Esto es inapropiado.
Recibir el sacramento es la expresión última de nuestra fe católica, algo profundamente personal entre el que comulga y Dios Todopoderoso. Una comunión indigna, hecha a sabiendas, es un tema serio.

No se trata de rechazar a los homosexuales o a quien tenga una orientación homosexual. La orientación sexual es moralmente irrelevante. La regla es básicamente la misma para todos los católicos.

Una persona que públicamente se define a sí misma, en un momento dado, apoyando o practicando actividades contrarias a la enseñanza de la Iglesia en materias serias no tiene derecho a recibir la Sagrada Comunión.

Esto se aplicaría, por ejemplo, a la persona casada que viviera abiertamente o defendiera el adulterio. Del mismo modo, las personas que declaran abiertamente que los homosexuales activos deberían ser capaces de recibir la Comunión toman una postura que es contraria a la enseñanza y disciplina de la Iglesia universal.

Una persona que no es miembro de la Iglesia católica no tiene derecho a la comunión católica, salvo en circunstancias excepcionales.

He explicado muchas veces con anterioridad cuál es el punto de vista de la Iglesia sobre la sexualidad. Es claro e inequívoco, y deriva de la ley moral natural, que consideramos inmutable. Esta ley moral gobierna a todas las personas de cualquier parte, de la misma forma, sean cuales sean las circunstancias en las que vivan. Dios hizo a Adán y Eva, no a Adán y Steve y, de esto, se derivan importantes consecuencias.

No busco estas confrontaciones y raramente hablo en público sobre estos temas. Sin embargo, este incidente me permite explicar la centralidad de la enseñanza católica sobre el matrimonio y la familia. Continuaré dialogando en privado y en público con quienes piensen de modo diferente. Nuestra tradición religiosa judeo-cristiana permite que hombres y mujeres se expresen sexualmente dentro de los límites de la vida familiar, una sexualidad que es dar vida. Los actos homosexuales son contrarios a la ley natural; cierran el acto sexual al don de la vida. Estas enseñanzas vienen dadas desde nuestro punto de vista cristiano.

Hemos tenido estas protestas antes. Probablemente seguirán durante algún tiempo más. Rezo por quienes protestan. No prometo hablar públicamente sobre el tema después de cada protesta. Pero quienes protestan deben hacerse a la idea de que la enseñanza de la Iglesia sobre esta materia no puede, no debe, cambiar.

Aunque la debilidad humana es universal y la misericordia de Dios infinita, el camino hacia la felicidad y hacia el cielo para un católico no puede falsearse buscando reinterpretar lo que está bien y lo que está mal.

Más bien, se debería confiar, de buena fe, en la Iglesia y en sus enseñanzas y buscar seguir estas enseñanzas de la mejor manera posible.

George Pell
Arzobispo de Sydney

19 de mayo de 2002