IMPHAL, 24 junio 2002 (ZENIT.org).- Ser misionero en el Estado de Manipur supone arriesgar la vida a causa de las acciones y secuestros de los rebeldes independentistas, revela el padre K. C. George, de la parroquia de San Pablo.
Cuando el 15 de junio el sacerdote se dirigía a la aldea de Chayang para celebrar la misa del domingo, tres jóvenes detuvieron su automóvil a punta de pistola y le ordenaron que les llevara a otro lugar, unos 5 kilómetros más adelante.
El padre George revela su experiencia en declaraciones a la agencia católica india SAR con estas palabras: «ya que las súplicas o los razonamientos no sirven de nada con los insurgentes del valle, educadamente les dije que se sentaran en el jeep y traté de mostrar todo mi interés por ellos».
«En su lengua –revela el sacerdote– les pedí excusas por no tener suficiente sitio para su comodidad (tenía mucho equipaje, pues iba a realizar una proyección de cine en la aldea). Mis amables palabras en lengua manipur les suavizaron un poco. Me pidieron que condujera por carreteras secundarias porque temían encontrarse con militares en la carretera principal».
El padre George confiesa que sintió un repentino temor y pensó en el padre Jacob Shajan Chittilapilly, en el padre Raphael Paliakara y en sus dos hermanos religiosos salesianos asesinados a tiros por los insurgentes hace exactamente un año.
«Me acordé también del padre Tomy Manjalil, a quien dispararon y que se está recuperando en Kerala, y recé por su conversión y por nuestra propia seguridad», explica el sacerdote
«Me armé de valor y empecé a hablar con ellos sobre la importancia del cristianismo para los manipures. Cuando oyeron que estaba trabajando para la gente de Manipur desde hace 37 años, mostraron admiración por el servicio realizado y al cabo de media hora se bajaron del jeep en una aldea».
Buena parte del sur de Manipur está controlada por los insurgentes del valle. “Unos cuantos hombres que garanticen la seguridad no pueden hacer nada contra los bien armados extremistas”, comentó un agente.
Hace unas semanas, durante la misa del domingo en la iglesia parroquial de Sugnu, algunos insurgentes uniformados y armados con pistolas entraron en la sacristía y llamaron al párroco, el padre Mark Thangkhan Ai, que estaba celebrando la misa. «Le pidieron la llave del jeep de la parroquia y se lo llevaron a la fuerza chocándolo contra el muro. A los tres días, lo devolvieron, pero la diócesis ha tenido que repararlo», reveló el padre Mark, añadiendo que era la tercera vez que ocurría este hecho.
En la parroquia de Kolian también el jeep fue tomado a la fuerza y restituido a los cinco días. «Si no les entregamos el jeep nos apuntan y amenazan con dispararnos. Si les damos el jeep, la policía nos acusa de cooperar con los subversivos», explica el padre Makhanpao.
Los sacerdotes católicos en Manipur, especialmente los que trabajan en las escuelas y parroquias, son víctimas de amenazas y extorsiones. «¿Cuánto tiempo podremos vivir en una situación tan tensa? No somos libres de viajar, sentimos que no es fácil ir a la aldea», dijo el padre Mathew.
«Pedir el jeep y pequeñas ayudas económicas constituyen acciones más o menos tolerables. Las peticiones de grandes cantidades a una escuela misionera es una extorsión y crea mucha tensión, inquietud e inseguridad», concluye el padre Joseph.