CIUDAD DEL VATICANO, 26 junio 2002 (ZENIT.org).- En su relación con la creación, el hombre debe ser un «lugarteniente» de Dios, y no un «loco tirano», responsable de «devastaciones ambientales» o «tremendas injusticias sociales», asegura Juan Pablo II.
El Santo Padre ofreció una visión cristiana de la ecología al comentar en la audiencia general de este miércoles el Salmo 8, en el que el autor bíblico plantea a Dios una pregunta siempre actual: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?».
Es el mismo Salmo que Pablo VI entregó a los astronautas estadounidenses antes de que emprendieran la conquista de la luna en 1969 para que penetrara en los espacios cósmicos.
De este modo, el pontífice continuó con la serie de meditaciones que viene ofreciendo desde el año pasado sobre los cánticos bíblicos que han pasado a formar parte de la oración cotidiana de los cristianos.
El himno comienza confesando la turbación de todo ser humano al compararse con la inmensidad del universo, que ante el sugerente escenario de una noche de estrellas, lleva a preguntarse: «¿Qué es el hombre?».
Pero la respuesta a la pregunta, provoca en el salmista «la gran sorpresa», explicó el obispo de Roma: «Dios ha dado al hombre, criatura débil, una dignidad estupenda: le ha hecho poco inferior a los ángeles, o como podría traducirse del original hebreo, poco inferior a un Dios».
«El hombre es visto como lugarteniente del mismo Creador. Dios, de hecho, le ha "coronado" como a un virrey, destinándolo a una soberanía universal: "todo lo sometiste bajo sus pies"», siguió explicando.
«Este dominio, sin embargo --advierte el Papa--, no es conquistado por la capacidad del hombre, realidad frágil y limitada, y tampoco es alcanzado con una victoria sobre Dios, como pretendía el mito griego de Prometeo. Es un dominio donado por Dios».
Por desgracia, añade, este dominio puede ser mal entendido por el hombre egoísta, «que con frecuencia se ha convertido más bien en un loco tirano y no en un gobernador sabio e inteligente».
«La historia documenta el mal que la libertad humana disemina en el mundo con las devastaciones ambientales y con las tremendas injusticias sociales», constató el sucesor de Pedro con tristeza.
Como modelo de relación con la creación, Juan Pablo II concluyó presentando a Cristo, que «no es un soberano que se hace servir, sino que sirve, y se entrega a los demás».
A la luz de Cristo, afirmó, el Salmo 8 «revela toda la fuerza de su mensaje y de su esperanza, invitándonos a ejercer nuestra soberanía sobre la creación no como dominadores sino con el amor».
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Jun 26, 2002 00:00