GINEBRA, 27 junio 2002 (ZENIT.org).- La OIT (Organización Internacional del Trabajo) tiene un significativo papel en el proceso de globalización para que ésta responda equitativamente a las necesidades de todos, afirma la Santa Sede.
Y en este contexto, la cuestión del trabajo es un punto esencial, señaló el arzobispo Diarmuid Martin durante su intervención en la 90ª Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra del 3 al 20 de junio.
En su calidad de observador permanente de la Santa Sede ante la Oficina de las Naciones Unidas e Instituciones Especializadas en Ginebra, el arzobispo Martin destacó la necesidad de comprobar objetivamente cuáles son los puntos positivos y negativos que en estos momentos caracterizan a la globalización.
Se deben «identificar qué elementos conducen a una integración socialmente favorable en el proceso de globalización y cuáles promueven la marginación», aclaró el arzobispo Diarmuid Martin.
Por este motivo, el prelado insistió en la importancia de la Comisión Independiente sobre la Dimensión Social de la Globalización, creada por el director general de la OIT.
«La Santa Sede espera que se centre no en debates ideológicos estériles, sino que dé origen a un proceso, consciente de las posibilidades futuras, que se oriente a los resultados y fomente respuestas coordinadas e integradas», aclara el prelado.
«La transformación satisfactoria del proceso de globalización requiere políticas que impulsen una inclusión y una integración mayor y menos fragmentación», añadió el arzobispo Martin.
En este sentido, como señaló el observador de la Santa Sede, «la estructura tripartita de la OIT es un elemento integrador bastante peculiar en la vida internacional, y un medio poderoso para superar la polarización. Construye lazos entre el creativo espíritu emprendedor, la iniciativa y las necesidades fundamentales de los trabajadores y los requisitos del bien común».
En la actualidad, esta realidad tripartita debe adaptarse para ser eficaz en las realidades de la globalización, y debe identificar claramente las áreas donde tiene una ventaja y un valor específico, y en esas áreas debe defender enérgicamente su papel, aclaró el arzobispo Martin en su intervención del 17 de junio.
Al mismo tiempo, la estructura tripartita de la OIT no puede permanecer estática, puesto que el mundo de los empleados, del trabajo y del gobierno ha cambiado: «Mientras se mantiene íntegro el sistema tripartito, se pueden establecer nuevas asociaciones a través del diálogo con distintos sectores de la sociedad civil», explica el prelado.
El mundo necesita nuevas alianzas en favor del trabajo: no sólo se trata de una dimensión fundamental de la existencia humana, sino que también es la clave de la lucha contra la pobreza, de la creación de cohesión social y de la estabilidad. Por lo tanto, «ampliar el diálogo social es un interés común y responsabilidad de todos», concluye el arzobispo Diarmuid Martin.