BRUSELAS, 27 junio 2002 (ZENIT.org).-Avanza cada vez más, en el seno de la Convención para la reforma de la Unión Europea, la idea de incluir en la futura Constitución el reconocimiento de las raíces religiosas de Europa.
Giuliano Amato, ex primer ministro italiano y vicepresidente de la Convención, se mostró el martes pasado «favorable al reconocimiento del papel que todas las religiones tienen y han tenido en la formación del tejido de los valores europeos».
Es la primera vez que a este nivel un miembro de la Convención se expresa en estos términos; en meses pasados, el otro vicepresidente de la asamblea, el democristiano belga Jean-Luc Dehaene, se mostró bastante pesimista sobre esta posibilidad.
Amato habló a los periodistas al finalizar la sexta sesión plenaria de la Convención, dedicada esencialmente a escuchar a representantes de la sociedad civil que acudieron para expresar las propias expectativas.
Junto a la próxima reunión del 11 y 12 de julio, está previsto un Forum de los Jóvenes.
Poco antes de Amato, había tomado la palabra el vicesecretario general de la Conferencia de las Iglesias Europeas, Keint Jenkins, en una intervención acordada entre las Iglesias cristianas que forman parte de la Conferencia y la Iglesia católica.
«El futuro texto constitucional europeo deberá incorporar los derechos fundamentales», afirmó Jenkins subrayando que tales derechos son universales y que trascienden políticas, leyes y poderes porque están basados en la dignidad del ser humano y «tal dignidad viene de Dios».
La Declaración XI del Tratado de Amsterdam, dijo, «debería ser incorporada en un futuro texto constitucional», pues sanciona el respeto de la UE por «el status de las Iglesias, de las asociaciones religiosas y de las comunidades, y de organizaciones no confesionales tal como son reconocidas en diversos Estados».
Jenkins destacó que «las comunidades de fe y de convicción han contribuido a formar la cultura y los valores europeos» y que «las Iglesias cristianas sostienen que han contribuido y siguen contribuyendo positiva y significativamente a la construcción de Europa», sin negar por ello o disminuir la importancia de otras aportaciones de origen religioso o de otro tipo.