Propuestas de los obispos congoleños para alcanzar la paz

Mensaje de la asamblea plenaria a la población

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KINSHASA, 14 julio 2002 (ZENIT.org).- Reunidos en Kinshasa, en asamblea plenaria del 3 al 6 de julio, el cardenal, los obispos y los arzobispos de la República Democrática del Congo han difundido un mensaje a la población para ayudar al país a salir del impasse político que lo atenaza.

El documento, difundido el 12 de julio por el servicio de información misionero MISNA, se abre con un balance del proceso de «diálogo intracongoleño» celebrado en Sun City (Sudáfrica), del 25 de febrero al 18 de abril pasados, con el objetivo de acabar con la guerra que desangra el país.

Entre las notas positivas, el mensaje subraya que el diálogo ha sido una ocasión que ha permitido a los hombres de posiciones adversas encontrarse para buscar la paz en nombre de todos los congoleños. Sin embargo, la situación general del país, tras Sun City, no garantiza todavía una entrada pacífica en el periodo de transición.

«El acuerdo general que necesita la nación para una paz duradera –indican los obispos– no ha sido firmado todavía».

Por esto, en una fase difícil y delicada como la actual, todos los congoleños son exhortados «a abandonar cualquier consideración de orden personal y a buscar juntos el bien común».

La Conferencia Episcopal indica diez pasos esenciales para la supervivencia del país. Se parte de la Constitución de transición, que debe ser «super partes» y no «confeccionada a la medida» de unos pocos.

Es necesario, según los obispos, un acto constitucional consensuado que sancione el fin de la guerra, la reconciliación nacional y la organización temporal de los poderes públicos, con vistas a las elecciones generales.

Estas «se deberán celebrar en la máxima transparencia y en el respeto de las libertades democráticas».

La designación de quienes guiarán las instituciones de transición debe ser hecha teniendo en cuenta la evolución política nacional. Sin un consenso real, dicen los obispos, no se responderá a los intereses de la población.

En cuanto a la duración de la transición, los prelados recuerdan que el país «está en transición ‘de facto’ desde hace 12 años. No podemos permitirnos prolongar todavía inútilmente este periodo».

«Si todos los componentes ponen el bien del país por encima de cualquier otra cosa, creemos que, a partir de ahora, dos años serán suficientes», afirman.

Para reforzar la democracia, proponen la institución de un Alto consejo de los Audiovisuales, un organismo destinado a garantizar un control objetivo e imparcial sobre los medios de comunicación nacionales.

Para superar la crisis es necesario también respetar el sentimiento de unidad, de pertenencia a la misma nación, desde siempre vivo en los congoleños. La población rechaza la ocupación ilegal del propio país y la explotación de sus riquezas por parte de extranjeros.

«Hay que reafirmar con determinación que la integridad territorial y la soberanía nacional de la República Democrática del Congo no son negociables», subrayan los obispos.

Al mismo tiempo, exigen «la retirada inmediata de todas las fuerzas extranjeras presentes en territorio congoleño y la interposición de fuerzas de paz de la ONU en las fronteras con Ruanda, Uganda y Burundi».

Respecto a la antigua cuestión del Ejército Nacional, la Conferencia Episcopal exhorta a los grupos armados que han participado en el «diálogo intracongoleño» a «renunciar a toda aproximación conflictiva a la crisis».

La constitución del Ejército, una cuestión de importancia capital para garantizar una paz duradera, debería hacerse bajo la supervisión de una comisión especial, integrada por representantes de todas las componentes del diálogo.

Expresan el deseo de que se realice en breve una Conferencia internacional por la paz en la región de África Central y lanzan un llamamiento a la comunidad internacional para que trabaje por una ayuda «justa» y un «real partenariado» para la promoción de la paz y la salvaguarda del territorio nacional.

«Nuestra gente –dicen– tiene necesidad de instrumentos para el desarrollo y no tanques u otros instrumentos de guerra».

En su exhortación final, reafirman su solidaridad con la población «en un periodo todavía doloroso de nuestra historia. El porvenir de nuestro país está en nuestras manos, armémonos de valor y levantémonos».

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ZENIT Staff

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