CASTEL GANDOLFO, 21 agosto 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó este miércoles los momentos más intensos del viaje que realizó a Polonia del 16 al 19 de agosto durante una audiencia general que concedió a los peregrinos en la residencia pontificia de Castel Gandolfo.
La consagración del Santuario de la Divina Misericordia, la multitudinaria beatificación de cuatro polacos que batió records de participación en Europa, y la conmemoración del cuarto centenario del Santuario de Kalwaria Zebrzydowska, fueron los momentos que pasaron por su mente.
«Sobre todo» quiso expresar su más sentido agradecimiento por la cariñosa acogida que le dispensaron sus compatriotas y les deseó que continúen en «su esfuerzo por construir el auténtico progreso social, sin desfallecer nunca en la fiel salvaguardia de su propia identidad cristiana».
Ante 3.500 peregrinos reunidos en el patio de la residencia veraniega de los Papas, entre los que destacaron los aplausos y cantos de un grupo de 300 polacos, el Santo Padre recordó que el mensaje fundamental que quiso dejar en su octava visita a su patria se resume en una frase: «Dios, rico en misericordia».
«El objetivo principal de la vista ha sido precisamente el de anunciar una vez más a Dios, «rico en misericordia», especialmente a través de la consagración del nuevo Santuario de la Divina Misericordia en Lagiewniki», aclaró recordando los acontecimientos del sábado pasado.
«El nuevo templo será un centro de irradiación mundial del fuego de la misericordia de Dios –añadió–, según quiso manifestar el Señor a santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia».
«»Jesús, en ti confío»: esta es la sencilla oración que nos ha enseñado sor Faustina y que en todo instante de la vida podemos llevar a los labios. Cuántas veces también yo, como obrero y estudiante y, después, como sacerdote y obispo, en períodos difíciles de la historia de Polonia, repetí esta sencilla y profunda invocación, constatando su eficacia y fuerza», confesó.
A continuación, recordó con emoción la eucaristía del domingo pasado en la que participaron unos tres millones de personas y en la que beatificó a cuatro polacos que se caracterizaron por ser reflejo de la misericordia de Dios con su vida de caridad.
Se trataba de Zygmunt Szczęsny Feliński (1822-1895), arzobispo de Cracovia durante 16 meses y deportado a Siberia por el poder zarista; del padre Jan Balicki (1869-1948), confesor, formador de seminaristas; del jesuita Jan Beyzym (1850-1912), «apóstol de los leprosos» en Madagascar; y de sor Sancja Szymkowiak (1910-1942), «ángel de la bondad» para los franceses e ingleses prisioneros durante la segunda guerra mundial.
«Quise presentar al pueblo cristiano estos nuevos beatos, para que su ejemplo y sus palabras sirvan de estímulo y aliento a testimoniar con los hechos el amor misericordioso del Señor, que vence al mal con el bien», aclaró el Papa.
«Sólo así es posible construir la deseada civilización del amor, cuya mansa fuerza contrasta con el «misterio de iniquidad» presente en el mundo», añadió.
Por último, recordó la última etapa de su viaje internacional número 98, la visita realizada este lunes al Santuario de Kalwaria Zebrzydowska, dedicado a la Pasión de Jesús y a la Virgen de los Dolores, para recordar el cuarto centenario de su fundación.
«Estoy ligado desde la infancia a ese lugar –reconoció–. Muchas veces he experimentado allí cómo la Madre de Dios dirige sus ojos misericordiosos al hombre afligido, necesitado de su sabiduría y ayuda, Señora de las gracias».