Moreira Neves, servidor de la Iglesia y los pobres; recuerda el Papa

Presidió este miércoles su funeral en la basílica de San Pedro del Vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó el servicio a la Iglesia y el amor a los pobres –en especial a «sus niños de la calle»– del cardenal brasileño Lucas Moreira Neves, prefecto emérito de la Congregación para los Obispos, al presidir en la tarde del miércoles su funeral.

El purpurado, que falleció el 8 de septiembre en Roma, poco antes de cumplir los 77 años, había sido presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil y arzobispo de San Salvador de Bahía. Fue una de las figuras más destacadas de la Iglesia en América Latina tras el Concilio Vaticano II, y considerado durante años por los periodistas como «papable».

En la basílica de San Pedro del Vaticano, ya por la tarde, en una eucaristía celebrada por el cardenal Joseph Ratzinger, vicedecano del Colegio Cardenalicio, el Papa tomó la palabra en la homilía para recordar que el ministerio sacerdotal de Moreira Neves comenzó con la atención a los jóvenes y las familias.

En particular, señaló, en sus años de sacerdocio en Brasil se dedicó a atender espiritualmente a los intelectuales, periodistas, así como a los artistas del teatro y el cine.

Después de repasar sus diferentes cargos al servicio de la Iglesia en la Iglesia de su país y en la Santa Sede, el obispo de Roma reconoció que la entrega del cardenal Moreira Neves se hizo particularmente edificante en los últimos día de su vida, cuando su salud quedó minada por la diabetes.

En esos años su misión se hizo «más eficaz en virtud de su íntima unión con el Señor», recalcó el Papa.

«Precisamente, en este horizonte de fe, nuestro querido hermano vivió toda su existencia totalmente consagrada a Dios y al servicio de los más pobres, convirtiéndose así en testigo de esa fe valiente que sabe fiarse ciegamente de Dios», añadió.

En particular, el Papa quiso recordar la obra que Moreria Neves realizó a favor de «sus niños de la calle», pequeños abandonados para quienes construyó un hogar y escuelas en San Salvador de Bahía.

Tras la eucaristía, el cardenal Joseph Ratzinger recordó a su amigo cardenal con estas conmovidas palabras: «Admiro su capacidad para explicar bien las cosas, para mediar, reconciliar, y sobre todo su carisma teológico».

«Era dominico, había estudiado en Francia, y llevaba consigo una gran formación teológica. En particular era un hombre de gran espiritualidad, de profunda fe y de una radiante simpatía, un hombre afable».

«Le recuerdo como un hombre espiritual, como un amigo, en quien se sentía su simpatía por los hombres, iluminada por el amor a Cristo», concluye.

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ZENIT Staff

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