JOHANNESBURGO, 21 septiembre 2002 (ZENIT.org).- El Secretario de las Naciones Unidas, Kofi Annan, elogió los logros de la reciente cumbre sobre desarrollo sostenido. “Los gobiernos se han puesto aquí de acuerdo”, afirmó Annan el 4 de septiembre en la página web de la cumbre, “sobre una impresionante serie de acuerdos concretos y de acción que marcar n una verdadera diferencia para las personas de todas las regiones del mundo”.

“Esta cumbre hace del desarrollo sostenible una realidad”, comentaba en la rueda de prensa de clausura de la conferencia de Johannesburgo. “Esta cumbre nos pondrá en el camino de reducir la pobreza mientras protegemos el medio ambiente, un camino que funciona para todas las personas, ricas y pobres, de hoy y de mañana”.

La cumbre mundial tenía como objetivo lograr dos propósitos. El primero, una revisión tras diez años del cumplimiento de los acuerdos adoptados por la Conferencia de Naciones Unidas de 1992 sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que tuvo lugar en Río de Janeiro, Brasil. El segundo, una ocasión para adoptar nuevas metas y medidas para renovar el acuerdo global sobre desarrollo sostenible.

Entre las medidas adoptadas en la cumbre se encuentran estándares medio ambientales para manejar las fuerzas de la globalización, y el reconocimiento de la necesidad de respaldar la responsabilidad corporativa, observaba el Telegraph de Londres el 4 de septiembre.

Las metas incluyen reducir a la mitad, para el año 2015, la proporción de personas sin acceso a la sanidad básica, y un compromiso para aumentar la proporción global de fuentes de energía renovable. Los delegados también estuvieron de acuerdo en reducir la destrucción de los bosques y la muerte de animales raros para el 2010. Y convinieron en la necesidad de restablecer las cuotas de pesca, fortalecer las medidas contra la contaminación marina, acabar con la pesca ilegal y crear una red global de reas protegidas acuáticas antes del 2010.

En cuanto a la economía, el documento final pide un aumento de la ayuda a los países en vías de desarrollo y el establecimiento de un Fondo Mundial de Solidaridad para ayudar a las naciones pobres. También ha habido acuerdo en que África merece una atención especial y m s ayudas.

Muchos apoyaron la formación de sociedades entre compañías multinacionales, gobiernos y organizaciones privadas para luchar contra las enfermedades, traer agua limpia a las comunidades africanas y alentar mejores prácticas medio ambientales, observaba el Financial Times del 4 de septiembre.

The Economist, en su número del 7 de septiembre, observaba que, mientras la representación del mundo de los negocios no fue muy amplia en Río hace una d‚cada, cerca de 700 empresas y 50 directores ejecutivos asistieron a las conversaciones de Johannesburgo. Esta nueva cooperación llevó a 230 iniciativas entre gobiernos, compañías y asociaciones no gubernamentales. “Estas sociedades público-privadas pueden tener m s impacto que todas las hermosas palabras expresadas en las conversaciones de Río”, concluía la revista.

Las mega-conferencias en entredicho
A pesar de estos resultados positivos, la cumbre de Johannesburgo levantó grandes críticas. Algunos observadores no estuvieron de acuerdo con la idea de cooperación con el sector privado. “Tras el caso Enron es difícil creer que se pueda confiar que las compañías guarden su palabra, para salvar solas el mundo”, opinaba Naomi Klein el 4 de septiembre en el Guardian. Klein, una conocida activista antiglobalización, sostenía que “el modelo económico del desarrollo laissez-faire está siendo rechazado por los movimientos populares a lo largo del mundo”.

Surgieron m s críticas de los grupos de presión verdes, “que estaban furiosos por la actitud de los gobiernos liderados por Estados Unidos, especialmente en el tema del medio ambiente”, observaba el Financial Times el 4 de septiembre. Greenpeace y Oxfam estaban entre los grupos que el periódico nombraba como decepcionados por la falta de acuerdo en metas concretas sobre el medio ambiente y temas de desarrollo.

También cayó bajo el punto de mira la práctica de las Naciones Unidas de organizar mega-conferencias que implican a decenas de miles de delegados. No menos de 21.000 delegados oficiales vinieron a Johannesburgo. Y los gabinetes de soporte, las organizaciones no gubernamentales, los grupos de negocios y el personal de los medios llegaron a sumar un total de m s de 60.000 personas.

El Times de Londres del 3 de septiembre cuestionaba el propósito de dedicar no menos de casi 11 horas a escuchar los discursos de m s de 70 líderes mundiales. “Un poco menos de conversación, un poco m s de acción” defendía la Business Action for Sustainable Development, segn Reuters del 4 de septiembre. Igualmente, Reuters citaba al primer ministro dan‚s Anders Fogh Rasmussen diciendo en una conferencia de noticias: “No creo que m s mega-cumbres sean el camino para asegurar la puesta en práctica efectiva”.

Surgieron críticas de diverso tipo de quienes dudan de los pronósticos de desastres de los verdes. En el New York Times del 26 de agosto, Bjorn Lombrog, autor de “The Skeptical Environmentalist”, criticaba la concentración de sostenibilidad.

“La energía y otras fuentes naturales se han vuelto m s abundantes, no menos”, escribía Lomborg. “Ahora se produce m s alimento per capita que en cualquier momento de la historia del mundo. Pocas personas mueren de hambre”. Y mientras algunas especies se extinguen “sólo el 0,7% de ellas se espera que desaparezcan en los próximos 50 años, no el 20% o el 50% como algunos han profetizado”.

La idea de desarrollo sostenible también levanta críticas. El término entró en el vocabulario de las Naciones Unidas como resultado de un informe de 1987, “Nuestro Futuro Común”, preparado por un equipo dirigido por Gro Harlem Brundtland.

Un documento presentado por la delegación vaticana a la conferencia reunida en Indonesia para preparar la cumbre de Johannesburgo apuntaba: “Este concepto debe entenderse en la perspectiva del desarrollo humano integral”. Sería un error si el discurso sobre el medio ambiente se restringiera sólo al crecimiento económico, explicaba la misión vaticana: “Para ser auténtico, debería redondearse bien; debe fomentar el desarrollo de cada ser humano y del ser humano integral”.

Algunos comentaristas han observado que el peligro del concepto de desarrollo sostenible está en que las interpretación de las Naciones Unidas puede sustituir los conceptos y valores tradicionales con nuevos “valores globales” y nuevos “derechos humanos”, que tiendan hacia una espiritualidad New Age y una visión ecológica que ve la tierra como un ser vivo o deidad.

Satisfechos los pro-vida
Otros temas que levantaron la habitual confrontación fueron el aborto y el control de población. Los intentos de las delegaciones de la Unión Europea y de Canadá de incluir un acuerdo para fijar estas metas llevaron a una mini-crisis que duró hasta el último minuto para que el encuentro alcanzara un acuerdo en la declaración final.

Pero los intentos fallaron, y los “delegados pro-vida/pro-familia quedaron satisfechos” con el documento final, observaba el Instituto Católico para la Familia y los Derechos Humanos en su Friday Fax del 6 de septiembre. El control de población salió de la agenda, y el documento incluso no menciona el aborto, “ni posee un lenguaje que pueda usarse para avanzar una agenda de derecho al aborto, dijo un delegado a Friday Fax”.

En general, la cumbre de Johannesburgo evitó algunos de los excesos de las conferencias de Naciones Unidas pasadas y demostró una nueva apertura al incluir al sector empresarial en sus planes. Algunas de las dificultades que se presentaron se podrían achacar al problema de mezclar dos temas controvertidos –ecología y de sarrollo económico- en una única cumbre. Abordar sólo uno de estos temas, dejando de lado el otro, habría sido una tarea ardua.

Otra fuente de problemas es la metodología de las mega-conferencias que da como resultado documentos extensos por la retórica, pero limitados en su valor. Incluso las Naciones Unidas se han dado cuenta de esto; han anunciado desde hace meses que en el 2004 no habrá ninguna cumbre sobre materias de población, terminando con la serie de reuniones que se celebran cada diez años..

Salvaguardar el medio ambiente y promover el desarrollo siguen siendo tareas vitales, pero se persiguen de una manera m s modesta, y con menos lastre ideológico.