ROMA, 31 octubre 2002 (ZENIT.org).- El elemento religioso tiene importancia en los conflictos históricos que acechan Sudán pero al mismo tiempo puede ser una instrumento para resolverlos.

Esta es la conclusión del profesor de la Universidad de Londres Richard Gray, coeditor de «Religion and Conflict in Sudan» (Paulines), el volumen que recoge las ponencias de una conferencia internacional sobre el Sudán celebrada en Yale, presentado el pasado martes en Roma en la sede del PISAI (Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos).

Básicamente todos los académicos y expertos del libro estudian la influencia que tiene la religión y el impacto de la guerra civil entre las comunidades religiosas, ya sean cristianas, musulmanes o de religiones tradicionales.

El libro recoge las ponencias que musulmanes, cristianos y otros especialistas pronunciaron en la Universidad de Yale en mayo de 1999. El coeditor Yusuf Fadl Hassan, vicecanciller de la Universidad de Jartum, es autor del capítulo dedicado al papel de la religión en el conflicto, con especial énfasis en el Islam.

En declaraciones a Zenit, Richard Gray, emérito de Historia Africana en la Universidad de Londres, Sudán era un país «tolerante», pero esta tolerancia se ha ido convirtiendo en ausencia de diálogo y en obstáculo para la vida normal de los cristianos y de las otras comunidades.

En palabras de este profesor británico, «es cierto que en algunos casos las ideologías basadas en la religión han explicado y legitimado los conflictos», pero la religión no es el único elemento que explica la guerra. Gray sugiere que todas las religiones del país exploren su potencial reconciliador y lo pongan en práctica.

Los cristianos no son los únicos perjudicados de este sistema, puntualizó el nuevo presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el arzobispo británico Michael Fitzgerald: también los musulmanes sufren la intolerancia de las autoridades políticas.

Para monseñor Fitzerald, el título del libro que se presentaba podría ser mejorado: «Religión y resolución de conflictos en Sudán», --sugirió--, aludiendo a la capacidad resolutiva y pacificadora del elemento religioso ante el conflicto.

Como vía de solución a la laceración interna del país, el volumen presentado incluye la reflexión de Lillian Craig Harris, que habla de las posibilidades para el perdón y el diálogo. Craig vivió en Sudán durante cuatro años como mujer del embajador británico y es una de las mujeres que ha conseguido unir a redes de musulmanas y cristianas sudanesas.

El padre Miguel A. Ayuso, de los Misioneros de África (comúnmente conocidos como Padres Blancos) islamista ambos y excelente conocedor de Sudán, explicó que el conflicto está destruyendo el país y denunció que «la religión se ha usado para promover objetivos no religiosos».

El padre Justo Lacunza, presidente del PISAI, se refirió a la religión como posibilidad de reconciliar un país que necesita paz.

Desde su independencia, este país africano --el mayor en extensión-- se ha visto azotado por guerras civiles. En Sudán se hablan más de cien lenguas, coexisten tres grandes religiones y conviven cientos de etnias distintas.

Unido por el Nilo pero separado por una historia y culturas muy distintas, este país conoció la paz solamente durante una década (1972-1982). Desde entonces, una potente islamización del país, una grande división entre el Norte y el Sur, así como los problemas petrolíferos, hidráulicos y otros han hecho de Sudán el país con la guerra más larga del continente africano.

El sur, habitado por cristianos y animistas, es la zona más damnificada. Según uno de los más recientes acuerdos entre el gobierno de Jartum y los rebeldes del Ejército de Liberación Popular del Sudán (SPLA), se permitirá que la ayuda alimentaria llegue a la zona, al menos hasta diciembre.