Cardenal Van Thuan: De las cárceles comunistas a «príncipe de la Iglesia»

Un hombre que amó a sus enemigos

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 septiembre 2002 (ZENIT.org).- De las cárceles comunistas a «príncipe de la Iglesia». Así se puede resumir la vida del cardenal vietnamita François Xavier Nguyen Van Thuan, fallecido en Roma este lunes a los 74 años de edad a causa del cáncer que minaba su salud desde hace tiempo.

En marzo de 2000, el cardenal Van Thuan conmovió a Juan Pablo II y a los miembros de la Curia Romana con la predicación de los Ejercicios Espirituales, en los que transmitió experiencias vividas durante los 13 años pasados en las cárceles comunistas (9 en régimen de aislamiento).

En una entrevista concedida a Zenit en aquella ocasión (Zenit, 12 de marzo de 2000), el cardenal recordaba: «A los compañeros de prisión no católicos que me preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los «defectos» de Jesús»».

«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se acuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo –reconocía monseñor Van Thuân– le hubiera respondido: «no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio». Sin embargo, Jesús, le respondió: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». Había olvidado los pecados de aquel hombre».

«Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo». Este era el «defecto» de Jesús que más le gustaba al cardenal Van Thuan.

«Jesús no sabe matemáticas –bromeaba el cardenal Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús–. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».

Otro de los temas fundamentales de los Ejercicios Espirituales que dirigió al Papa fue el amor a los enemigos.

En la entrevista a Zenit, el cardenal recordaba: «Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: «Usted, ¿nos ama?». Le respondí: «Sí, os amo». «¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo…»».

«Entonces le recordé –seguía recordando el purpurado–: «Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad». El guardia me preguntó: «Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?»».

«No –le respondió el cardenal– aunque queráis matarme, yo os amo». «¿Por qué?», insistió el carcelero. «Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos –aclaré–. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: «amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen». «Es muy bello, pero difícil de entender», comentó al final el guardia».

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ZENIT Staff

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