WASHINGTON, 18 septiembre 2002 (ZENIT.org).- El presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos ha escrito a George Bush para pedirle que insista en las alternativas a un ataque militar preventivo a Irak por considerar que éste no cumpliría con las exigencias morales requeridas.
«Consideramos difícil de justificar la extensión de la guerra al terrorismo a Irak, en ausencia de evidencias claras y adecuadas de la implicación iraquí en los ataques del 11 de septiembre o de un inminente ataque de una naturaleza grave», afirma la carta.
La carta de monseñor Wilton D. Gregory, obispo de Belleville, lleva por fecha el 13 de septiembre y está escrita a petición del Comité administrativo del episcopado, que se había reunido la semana anterior.
En su carta, el prelado analiza a la luz de los principios morales la posibilidad de que Estados Unidos emprenda una operación militar para derrocar al régimen de Sadam Huseín. Para hacerlo se basa en los criterios que ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2309, tradicionalmente aceptados por la ética.
Según estos principios, la «guerra justa» o más bien el derecho a la legítima defensa requiere que haya «justa causa, legítima autoridad, probabilidad de éxito, proporcionalidad, y respeto de los no combatientes».
Al hablar de la «justa causa», el prelado se pregunta: «¿Existe una clara y adecuada evidencia de una conexión directa entre Irak y los ataques del 11 de septiembre o una clara y adecuada evidencia de un inminente ataque de una naturaleza grave?».
«¿No se debería hacer una distinción entre los esfuerzos para cambiar el comportamiento inaceptable de un gobierno con los esfuerzos por acabar con la existencia de un gobierno?», sigue preguntando.
Por lo que se refiere a la «legítima autoridad», el presidente del episcopado considera que una operación de estas características sólo se podría realizar si cuenta con «la aprobación del Congreso [de los EE UU] y de las Naciones Unidas».
«Al igual que la Santa Sede –explica–, nos mostraríamos sumamente escépticos ante el uso unilateral de la fuerza militar».
A continuación, el episcopado recuerda, citando el Catecismo, que el uso de la fuerza debe tener «serias condiciones de éxito» y «no debe entrañar males y desordenes más graves que el mal que se pretende eliminar».
«La guerra contra Irak podría tener consecuencias imprevisibles no sólo para Irak sino para la paz y la estabilidad en toda el área de Oriente Medio», afirma monseñor Gregory.
«¿Tendría éxito el uso preventivo y anticipado de la fuerza a la hora de desbaratar serias amenazas o no provocaría más bien esos ataques que trata de prevenir?», se pregunta.
«¿Qué impacto tendría otra guerra en Irak sobre la población civil a corto y largo plazo? –sigue interrogándose– ¿Cuánta gente inocente debería sufrir y morir, o quedar sin su casa, sin bienes básicos, sin trabajo?».
Y añade: «La guerra contra Irak, ¿nos detractaría de nuestra responsabilidad de construir un orden justo y estable en Afganistán o resquebrajaría la amplia coalición contra el terrorismo?».
Tras reconocer que los conflictos armados siguen constituyendo hoy día un serio peligro para las poblaciones civiles, el prelado alienta al presidente a continuar en sus esfuerzos por lograr sistemas de presión, apoyados por la comunidad internacional, que obliguen al régimen de Sadam a respetar sus obligaciones.
«Con todo respeto le pedimos con apremio que dé un paso atrás en la frontera de la guerra y que ayude al mundo a ofrecer una respuesta global efectiva a las amenazas iraquíes en conformidad con los límites morales tradicionales del uso de la fuerza militar», concluye.