ABIYÁN (COSTA DE MARFIL), 2 octubre 2002 (ZENIT.org).- Los obispos africanos, ante los dramáticos sucesos en Costa de Marfil, escenario de una importante insurrección armada, han hecho un llamamiento a los responsables políticos y militares para que eviten el uso de la fuerza y potencien en cambio la vía del diálogo, de la justicia, del derecho, del perdón y de la reconciliación nacional.
En un comunicado difundido en Accra (Ghana), el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) subraya los elementos que están provocando una vertiginosa evolución de la crisis.
El documento, firmado por el presidente del SECAM, monseñor Laurent Monsengwo Pasinyia, recuerda «los cientos de víctimas, una rebelión dentro del ejército con todos los riesgos de una guerra intestina, la masiva concentración de tropas extranjeras, con el peligro de consecuencias incontrolables, y finalmente una aproximación divergente a las posibles soluciones».
Desde el 19 de septiembre, Costa de Marfil sufre un levantamiento armado promovido por cientos de militares sublevados. Los rebeldes actualmente controlan las tres principales ciudades del norte, Bouaké, Korhogo y Odienne, además de la recién tomada Sakassou. El control de Abiyán, la capital comercial del país, se recuperó horas después de estallar el conflicto.
Este martes, los rebeldes han hecho saber por primera vez sus reivindicaciones en un encuentro con algunos periodistas en Bouaké (a 350 kilómetros de Abiyán), según la agencia Misna : desean «derrocar el régimen del presidente Laurent Gbagbo para volver a llevar justicia, paz e igualdad entre todos los hijos de Costa de Marfil».
El «teniente Elinder» –es su nombre de batalla– ha declarado que «es una obligación para ellos derrocar el régimen de Gbagbo», a la vez que hizo un llamamiento a las tropas francesas, desplegadas en el centro del país para bloquear el eventual avance de los rebeldes y evacuar a los extranjeros, a mantener una «estricta neutralidad».
Otro líder del ejército que se ha apoderado de gran parte del centro y norte de país, Tuo Fozie, continuó especificando las reclamaciones de los sublevados: liberación de los soldados y paramilitares detenidos, reintegración en las fuerzas armadas de los militares en el exilio y sus compensaciones, desmantelamiento del contingente de gendarmería en proceso de alistamiento «porque está basado en una selección étnica».
«Introduciremos un breve período de transición para asegurar que todos tengan los mismos derechos», añade el «teniente Elinder» apuntando que se convocarán nuevas elecciones.
El «Movimiento Patriótico de Costa de Marfil» –como se hacen llamar los
Insurrectos-– nació en el año 2000 «fuera del país». «Tenemos también un presidente, pero por el momento no podemos revelar su identidad. Somos sólo soldados», explica Elinder.
Mientras, en Bouaké la población comienza a padecer el asedio de los sublevados: hay zonas en las que falta agua, provisiones, y donde la comunicación telefónica es imposible.
Los Salesianos presentes en el país confirmaban este sábado al portal de las comunidades religiosas VID: «Después de varios golpes de estado, parece que esta vez la situación es más seria; en primer lugar ha habido un grupo de “mercenarios” extranjeros y de viejos militares (de 55 años) reclutados del antiguo régimen que reclaman mejores condiciones salariales y de vida familiar antes del 31 de diciembre de 2002, fecha en la que entrarán en situación de “retiro” forzoso».
«Parece que ahora se han mezclado intereses personales y políticos por parte de algunos grupos de la oposición para desestabilizar al gobierno –continúa el testimonio– . La versión oficial implica a algunos países extranjeros, pero sin dar ninguna confirmación, ni pruebas concretas. Las radios extranjeras han sido expulsadas, así como las fronteras terrestres también ha sido bloqueadas».
«En Bouaké y Korhogo –aseguraban los religiosos–, los “amotinados” dominan la ciudad y sus alrededores. La gente quiere el diálogo y las negociaciones, pero por ahora el gobierno está empleando un lenguaje y métodos duros. Hay mucho miedo y se teme un posible baño de sangre».
Thabo Mbeki, presidente de Sudáfrica y también presidente de la Unión Africana (UA) ha advertido de la necesidad de resolver lo antes posible la crisis de Costa de Marfil para evitar el riesgo de desestabilización de los países del Golfo de Guinea.
Asimismo ha recalcado la importancia de la misión de contacto de la Ecowas (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental), organismo que tiene confiado un intento de mediación entre las partes en conflicto. Un eventual fracaso de este esfuerzo diplomático obligaría a «adoptar las medidas necesarias para reducir la revuelta», concluyó Mbeki.
Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo, situado en el oeste africano, fue desde su independencia de Francia en 1960 un «oasis de tranquilidad y estabilidad» hasta que se produjo el golpe militar del general Roberto Guei en 1999, quien se hizo con el poder tras derrocar al presidente Henri Konan Bédié.
Guei cedió el poder a Gagbo tras perder las elecciones presidenciales en 2000, aunque desde entonces Costa de Marfil ha quedado marcada por varias insurrecciones militares y una gran inestabilidad política.