SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS (CHIAPAS), 21 octubre 2002 (ZENIT.org).- Actualmente, dos tercios de la población mundial aún no creen en Jesucristo. «Ante este hecho, no podemos quedarnos cruzados de brazos, constatando esta realidad con indiferencia»,
afirmó Felipe Arizmendi Esquivel --obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas (México)-- en su mensaje dominical.

El Domingo Mundial de las Misiones --celebrado ayer-- recuerda a todos los bautizados que son «corresponsables de la misión confiada por Jesús a su Iglesia». «Es verdad que Dios puede tener muchos medios para salvar a la humanidad, pero explícitamente nos ha revelado en la Biblia que toda salvación depende de aceptar o rechazar a Jesucristo y de pertenecer a su Iglesia», recordó el prelado.

«Si un cristiano poco o nada se preocupa por ser misionero y evangelizador --afirmó monseñor Arizmendi--, demuestra que no es muy cristiano, que no está muy evangelizado, que es poco creyente, que no ama mucho al Señor y a los demás. Es imposible que alguien haya conocido y amado al Señor, y luego no sea un misionero».

¿Cómo evangelizar?
Puesto que el entorno más cercano en cualquier misión evangelizadora es la propia familia, «los padres han de procurar que sus hijos sean bautizados lo antes posible». Además pueden acudir a charlas pre-bautismales ellos mismos, recuerda el obispo a sus fieles.

Al crecer los hijos, los padres deben procurar que «sean catequizados y hagan su Primera Comunión, apenas cumplan 8 ó 9 años; que participen en la misa dominical, junto con la familia; que conozcan la Biblia y que, en la adolescencia y en la juventud, se integren a grupos de crecimiento en la fe, para que reciban la Confirmación», aconseja.

Los padres de familia, además, deberán velar para que los maestros, en la escuela, no arrebaten a sus hijos la fe, sino que, al contrario, les ayuden a consolidarla. «Para eso sirven las escuelas católicas, que se deberían apreciar mucho más, pues en ellas se imparte educación en la fe y se enseñan las buenas costumbres», constata monseñor Arizmendi.

Si no se puede acceder económicamente a estos colegios --centros educativos que carecen del apoyo de los subsidios gubernamentales--, se debe exigir a los docentes en las escuelas públicas el debido respeto a la fe, recuerda el prelado.

«Dar testimonio de las propias convicciones religiosas, sin temor a las críticas y a leyes que aún restringieran la libertad religiosa» es otra forma de evangelizar. «¡Es decepcionante que todavía algunos de nuestros dirigentes no den testimonio público de su fe!», lamenta el prelado.

Mediante la oración se ayuda también a que la fe llegue a todos los rincones de la tierra: «hay que pedir a Dios que nos conceda más vocaciones misioneras, masculinas y femeninas. (...) Y que los catequistas, religiosas, seminaristas, diáconos, sacerdotes y obispos tengamos más conciencia
misionera».

Igualmente «también se puede hacer mucho para que la fe se extienda, ofreciendo por las misiones las penas, dolores y circunstancias difíciles que padecemos (...) uniéndolos al sacrificio redentor de Jesús. (...) En este sentido, los enfermos pueden ser los más grandes misioneros, aunque nunca dejen su lecho de dolor», recuerda el obispo de San Cristóbal de las Casas (Chiapas).

Las obras misioneras requieren soporte económico, pues los países de destino de los misioneros cuentan con pocos católicos. «Por ello, colaborar con ayuda monetaria es también signo de espíritu misionero».

Finalmente, monseñor Arizmendi recuerda: «todos habríamos de sentir la urgencia de evangelizar, como dice San Pablo: "Ay de mí, si no anuncio el Evangelio"».

La hora de la evangelización en Chiapas
Para evangelizar, «no es necesario ir a países lejanos», insiste el prelado, preocupado porque en Chiapas es donde hay menos católicos y más indiferentes. Es en ese lugar donde la «inquietud misionera tiene particular importancia».

Según monseñor Arizmendi, hace tiempo, la religión católica era casi la única existente, como sucedía en la mayor parte del país. Sin embargo, en los últimos veinte años, la pertenencia a la religión católica ha ido descendiendo en forma progresiva, aunque en la década del 90 al 2000 se detuvo significativamente ese descenso. De 1980 a 1990, los católicos disminuyeron en un 9.3%; en cambio, de 1990 a 2000, sólo en un 2.6%.

Han aumentado de manera progresiva --continúa el prelado-- los miembros de Iglesias o grupos evangélicos y protestantes, si sumamos la nueva nomenclatura de «bíblicos no evangélicos». Uniendo esa triple denominación, llegan a un 22.59%, cifra inferior a la que algunos aseguraban que había en Chiapas (más del 40%).

En el país, el porcentaje de quienes se consideran no católicos, pero sí cristianos, en esa triple denominación, llega a un 7.35%. «Como católico, y como obispo en Chiapas - confiesa --, me preocupa que, mientras en el país el 88.22% se confiesa católico (en 1990 era el 90.4%), en nuestro estado sólo lleguemos a un 64.46%. Y esos son los que oficialmente se dicen católicos. ¡Habría que ver cuántos de ellos son practicantes! ¡Y cuántos son apóstoles comprometidos con la evangelización!».

La extensión del territorio, la falta de personal pastoral católico, haber dejado espacios sin atender --que fueron cubiertos por el servicio evangelizador de otras religiones-- pueden estar entre las causas del descenso del número de católicos, particularmente en Chiapas, comenta monseñor Felipe Arizmendi Esquivel.

«En los últimos años, sin embargo, esta deficiencia se ha ido corrigiendo --constata--; por ejemplo, en esta diócesis se cuenta con más de ocho mil catequistas, que están prácticamente en todas las menores y más apartadas comunidades».

«El abandono de católicos va decreciendo gracias al intenso trabajo pastoral de obispos, sacerdotes y religiosas que han dejado su vida por estas tierras y, sobre todo, al servicio evangelizador de un gran número de diáconos, catequistas y apóstoles seglares que cada día toman más conciencia y participación en la misión de la Iglesia», reconoce monseñor Arizmendi.

Sin embargo, como subraya, «los evangelizadores laicos son nuestra esperanza. Sin ellos, es imposible llegar a todos los lugares, personas y ambientes que requieren ser evangelizados».