La fe en Cuba sigue bajo control

Según el cardenal Jaime Ortega

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CIUDAD DEL VATICANO, 3 febrero 2003 (ZENIT.orgAvvenire).- Cinco años después de la visita de Juan Pablo II a Cuba, el cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, denuncia las restricciones que sigue experimentando la libertad religiosa en la isla.

«Ha comenzado un proceso de regreso a la ideología que poco a poco se ha hecho cada vez más insistente, con una propaganda como la de los viejos tiempos», constata.

–Cinco años después de la visita del Papa, ¿ha cambiado algo en Cuba?

–Cardenal Ortega: Nuestra Iglesia ha salido del silencio: la presencia de Juan Pablo II la dio a conocer no solo al mundo, sino también al pueblo cubano. Mucha gente descubrió o redescubrió la fe como una realidad viva y todos vivieron aquellos días como la oportunidad para manifestar con gran alegría y libertad sus sentimientos más profundos. Todo esto ha dejado huella.

Si analizamos por el contrario a las relaciones entre el Estado y la Iglesia, no ha cambiado nada: por encima nuestro sigue estando la Oficina para los asuntos religiosos que depende del Comité Central del Partido Comunista y ejerce su actividad de control tanto a nivel nacional como local. Es un hecho: en Cuba la Iglesia estando muy limitada y con frecuencia ignorada por las autoridades.

–Pero ya no se dan algunas limitaciones, comenzando por la Navidad, que ha sido reconocida como día festivo…

–Cardenal Ortega: Sí, esto gracias a Dios se ha mantenido. Pero después, como si se tratara de una reacción al nuevo viento traído por el Santo Padre, se emprendió un proceso de regreso a la ideología que poco a poco se ha hecho cada vez más insistente, con una propaganda como la de los viejos tiempos que parecía superada.

–¿Quiere decir que se ha desencadenado una campaña antirreligiosa?

–Cardenal Ortega: No, la Iglesia no es atacada. No directamente. Pero se vuelve a una idea de revolución por la que hay que dar el alma y sacrificarlo todo. Es evidente que el cristiano se encuentra en conflicto con esta concepción totalizadora. Le sigue una lucha silenciosa contra la Iglesia, considerada como una entidad privada, un hecho marginal, que puede sustraer fuerzas y energías a la revolución. En este sentido, es vista siempre con una cierta indiferencia.

–«Que el mundo se abra a Cuba y Cuba se abra al mundo», fue la famosa invocación del Papa. ¿Ha sucedido algo así?

–Cardenal Ortega: Inmediatamente después de la visita del Papa muchos jefes de Estado vinieron a La Habana y algunos países reanudaron relaciones diplomáticas con Cuba. Era lógico esperar que Cuba también se abriera al mundo. Se ha ampliado un poco el horizonte comercial, pero no creo que el Papa se refiriera a esto. Señalaba más bien la necesidad de abrirse al mundo occidental, a la civilización cristiana a la que pertenecemos. Cuba debía ante todo abrirse a su interior, a un diálogo con la sociedad, como lo pidió abiertamente la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

–Y, ¿sin embargo…?

–Cardenal Ortega: Sin embargo se ha dado un repliegue, se han dado pasos atrás. Incluso en el campo de la economía. El pequeño comercio y las actividades individuales o familiares que habían sido permitidas en los años precedentes son sobrecargadas con un impuesto más pesado y son empujadas hacia la ilegalidad. Y continúa la fuga del país con todos los medios posibles.

–¿Ha podido hablar de esto con Fidel Castro?

–Cardenal Ortega: Después de la visita del Papa me he encontrado una sola vez con el presidente, en 2001. Le sometí cuestiones muy concretas, como el apoyo a nuestras obras caritativas y la entrada del personal religioso extranjero para las actividades pastorales. Se dio un notable aumento poco después de la visita del Santo Padre, pero en estos últimos tres o cuatro años su número ha seguido siendo prácticamente el mismo.

–Usted ha recordado en varias ocasiones el derecho-deber de la Iglesia a educar. ¿Cómo es la situación?

–Cardenal Ortega: La Iglesia no puede acceder a la enseñanza, considerada como tarea exclusiva del Estado. Las autoridades no quieren hablar del tema. Lo mismo sucede con los medios de información: no tenemos acceso, a excepción de poquísimas ocasiones de carácter celebrativo, por ejemplo, con motivo de la fiesta de Navidad. No hay información sobre la actividad de la Iglesia, a excepción de alguna breve noticia sobre el Papa. Es como si la Iglesia no existiera en Cuba.

–Por tanto, ¿las esperanzas de hace cinco años han quedado decepcionadas?

–Cardenal Ortega: Yo no tengo este sentimiento. La visita del Papa tocó el corazón de los cubanos y rompió ese velo de oscuridad que durante muchos años había rodeado a la Iglesia. Quizá han quedado decepcionados quienes se esperaban grandes cambios a nivel socio-político. Personalmente, yo no albergaba ese tipo de expectativas.

–Pero algo está cambiando a este nivel. Por iniciativa de algunos católicos ha nacido el Proyecto Varela, que propone un referéndum popular para emprender una transición democrática. Usted, ¿qué opina?

–Cardenal Ortega: Su líder es un católico convencido [Oswaldo Payá], que vive con fidelidad su pertenencia a la Iglesia. Le felicité en diciembre, cuando el Parlamento Europeo le concedió el Premio Sajarov, pues ha demostrado siempre ejercer la libertad de conciencia a pesar de tantas dificultades. No propone métodos violentos, no predica el odio. Ahora bien, esto no significa que la Iglesia apoye su movimiento por encima de otro. Hoy día hay varios grupos de oposición en Cuba y no es tarea de la Iglesia dar indicaciones políticas.

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ZENIT Staff

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