La adopción prenatal en España: posibilidades y límites

MADRID, 31 marzo 2003 (ZENIT.org).- Ante la polémica creada por la posible regulación de la investigación con embriones humanos «sobrantes» (es decir, resultado de la fecundación «in vitro» –FIV o FIVET– que llevan congelados más de cinco años), existe la alternativa de la «adopción prenatal».

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Así lo han recordado en España algunas voces expertas, entre ellos el informe del Comité de Ética y el voto particular de la doctora López Barahona. Sin embargo, la adopción prenatal es una figura legal que aún no existe en España como tal, sino que está prevista como «cesión de gametos o embriones» para
aquellos congelados de menos de cinco años, previo consentimiento de los padres biológicos.

Para los embriones crioconservados más de cinco años existe un vacío normativo sobre el que que posiblemente el Parlamento español legislará en breve. Las alternativas serían tres: dejarlos morir, permitir la investigación o promover la adopción. Las tres opciones plantean problemas desde la perspectiva medicina, jurídica y ética.

Sobre la adopción prenatal –en principio la opción más acorde con la moral cristiana–, existen diferentes posturas –a favor y en contra– incluso entre las filas de los provida, lo mismo que sucedió en el debate abierto en Italia hace unos años.

Para José María Simón Castellví, presidente de Médicos Cristianos de Cataluña, la cuestión de la adopción no tiene «quórum» ni siquiera entre los médicos con una clara postura próvida.

«Entre ellos –reconoce–, algunos creen que cualquier tipo de manipulación con embriones (incluso su descongelamiento y adopción) constituye un tipo de “encarnizamiento terapéutico” y por lo tanto los defensores de esta postura proponen que los embriones descongelados sean bautizados y se les deje morir en paz. Otro grupo sería partidario de las adopciones prenatales, y todavía habría otra postura que simplemente aconsejaría esperar».

Un problema grave: el estado en que se encuentran esos embriones

Los límites médicos no se plantean la cuestión de la implantación en el útero, ya que la técnica es la misma que se emplea en la FIV. El problema, según Castellví, es que cuando un embrión es descongelado, «el 50 % de sus células está en lisis (alteraciones celulares), pero eso no permite decidir si el embrión está vivo o muerto».

«El problema se agrava –explica– si el tiempo de congelación ha sido largo, y en muchos casos resulta difícil determinar si el embrión está vivo, aunque tenga algunas células muertas, o que el embrión esté muerto aunque tenga algunas células vivas».

Según el doctor Simón Castellví, la existencia o no de esa vida plantea muchas dificultades éticas a los médicos: «cuando en Ciencia hay dudas sobre si un ser humano está vivo o muerto hay que ser prudentes, no se le puede enterrar».

Para Rafael Rubio, doctor en Derecho Constitucional por la Universidad Complutense y portavoz de la plataforma «HayAlternativas», «desde el punto de vista del Derecho, los problemas éticos no los plantea la adopción en sí, sino el origen del problema, que es la FIVET».

«Respecto a la adopción –observó–, es difícil garantizar que un embrión congelado por largo tiempo vaya a ser una persona normal o arrastre graves taras psíquicas y físicas. Se entiende que en este caso es muy difícil recomendar la adopción. Sería pedir a los padres una heroicidad».

La fecundación «in vitro» podría perpetuarse

Sin embargo, el problema de viabilidad clínica es secundario frente a la cuestión de permitir o no la adopción, ya que podría entenderse como una aceptación tácita de la fecundación «in vitro».

Para la doctora Montserrat Rutllans, presidenta de la asociación «Renacer» y destacada miembro de la asociación Provida de Cataluña, «el problema ético es mucho más grave: que sea una salida para embriones que de todas maneras van a morir no me parece éticamente correcto. Si alguien me preguntara si puede adoptar un embrión, le diría: “sí puedes, pero no debes”, porque esto podría justificar la perpetuación de la FIV al entenderse que “el problema de los embriones congelados está solucionado porque hay listas de espera para adoptar”».

«Este tipo de maniobras nos suena a las que hemos visto en la evolución en otras cuestiones, como el aborto o la eutanasia –añade–. Siempre se ha utilizado la compasión humana, loable por principio, como un arma para legalizar cosas que al final van en contra el hombre».

En opinión de la doctora Rutllans, la adopción prenatal «es una decisión noble por parte de un matrimonio que quiere salvar una vida, pero, aunque yo lo aceptaría para casos particulares, no me movería para generalizarlo».

«El problema –afirma– es que la fecundación «in vitro» ha caído en manos de las multinacionales de la sanidad, que durante veinte años han trabajado para ponerse a la opinión pública a su favor. En los primeros debates, hace mas de diez años, los contrarios a la FIVET ya advertíamos que se generarían embriones sobrantes, cosa que entonces se negaba. Ahora se admite, pero además se quiere que la sociedad lo reconozca para poder justificar qué hacer con ellos, y nos piden a nosotros, que no hemos encendido el fuego, que intentemos apagarlo».

Para Rafael Rubio, la legalización de la adopción prenatal «debería ir acompañada de medidas complementarias tendentes, si no a eliminar la FIV, si al menos a restringirla radicalmente para que no se generen más embriones sobrantes».

En este contexto, «la adopción debería legalizarse como una solución provisional ante un problema, el de los embriones “sobrantes”, que también debería de ser provisional».

Por su parte, el doctor Simón Castellví considera muy problemático el amplio abanico de posibilidades que ha abierto la reproducción artificial. «Los médicos podemos ayudar a la reproducción, pero no sustituir a los padres. Lamentablemente, la Ciencia hace tiempo que ha dado este paso, y por lo tanto se trata de encontrar soluciones para los embriones que ya han sido producidos artificialmente».

La postura de la Iglesia

Aunque la Iglesia no ha abordado específicamente el problema de la adopción prenatal, sí ha habido un posicionamiento claro de condena hacia la fecundación «in vitro» y la congelación y experimentación con embriones humanos en dos documentos, uno de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe –publicado el 23 de marzo de 1988 con el título «Las Proposiciones de Ley sobre “Técnicas de Reproducción Asistida” y “Utilización de embriones y de fetos humanos o de células, tejidos u órganos”»– y otro de la Comisión Familia y Vida, del 19 de diciembre de 2002, con el título «Nota sobre la utilización de embriones humanos en la investigación sobre células madre».

Según Inocente García de Andrés, director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal Familia y Vida, «la adopción en sí, sin entrar en otro tipo de consideraciones, es un acto moralmente bueno, siempre que se asuma toda la responsabilidad que conlleva y, en este caso, que se acepte esa nueva vida venga como venga. Sería inadmisible, por ejemplo, adoptar el embrión y luego abortarlo porque tiene taras físicas».

Respecto a si la adopción prenatal podría perpetuar la existencia de la fecundación «in vitro», García de Andrés recuerda que la condena de la Iglesia hacia este tipo de técnicas es «absoluto y sin paliativos».

Según García de Andrés, «el problema que se plantea es que los médicos no dan garantías del estado en que se encuentran esos embriones, especialmente cuando ha pasado tanto tiempo de congelación», y recuerda que en estos casos «el punto de vista de un moralista tiene que producirse después de escuchar a los médicos».

La situación actual en España

El doctor Simón Castellví no tiene constancia de que en España se hayan producido ya adopciones prenatales, aunque sí podría haberse dado algún caso amparado legalmente bajo la figura de «donación de óvulos y emb
riones» y se han empezado a producir casos de las llamadas «madres de alquiler» que sin duda representan un abuso de esta situación.

Precisamente porque no existe la figura legal de la adopción prenatal, es difícil determinar si actualmente existen adopciones y en qué condiciones se realizan, o si existe beneficio por parte de las clínicas por la cesión de embriones, ya que, según fuentes consultadas por Zenit en España, las clínicas actualmente no suelen facilitar esos datos.

Las estimaciones de algunos expertos en bioética sitúan en más de 30.000 los embriones congelados actualmente en España.

Para Monserrat Rutllans, la situación de los embriones congelados, incluso de los de menos de cinco años, «actualmente está en “stand by”, ya que depende del consentimiento de los padres biológicos, que son los que tienen que ceder al embrión para que sea adoptado».

«Por desgracia –constata–, y hay que decirlo en lenguaje claro, el problema es que demasiados padres se olvidan de que tienen “un hijo en el congelador”».

Según Simón Castellví, «el problema es tan complejo que en mi opinión cualquier solución tendría que ser supervisada por la suprema autoridad del Santo Padre».

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ZENIT Staff

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