ROMA, 1 mayo 2003 (ZENIT.org).- Misterio, razón, crímenes, inocentes y culpables… ¿hablamos del Evangelio o de una novela de Sherlock Holmes?
En realidad, los dos temas están entrelazos en una curiosa publicación aparecida en Italia y titulada «Sobrenatural, querido Watson» «Soprannaturale, Watson. Serlock Homes e il caso Dio» http://www.ancora-libri.it).
Uno de sus coautores, Mario Palmaro, nos desvela en esta entrevista como ha surgido el encuentro entre Dios y el detective inglés Holmes.
Mario Palmaro, junto a Alessandro Gnocchi, ha escogido cinco relatos de Holmes y los ha analizado a la luz del Evangelio. El resultado es una reinterpretación sugerente que invita a la reflexión.
Palmaro es profesor en la Universidad de Treviso (Italia) y en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma).
–¿Por qué se dedica a profundizar el tema de Sherlock Homes y Dios un filósofo del derecho y especialista en bioética?
–Mario Palmaro: En mis estudios de filósofo del derecho he tenido la oportunidad de estudiar en particular el problema de la pena, la sanción y la responsabilidad de quién comete un delito.
Se trata siempre de una temática fascinante. Las indagaciones de Holmes parten siempre del delito, y el esfuerzo de la investigación es descubrir al culpable, analizar la personalidad del criminal y estudiar sus «razones».
Conan Doyle consigue casi siempre juntar la necesidad de castigar al culpable y el hecho de que éste es siempre un ser humano.
Me parece una idea muy «católica», muy auténtica y real: el criminal, en la ficción literaria, nos fascina y al mismo tiempo nos turba, porque cada quien en conciencia tiene que admitir que podría ser tentado, en circunstancias particulares, a cometer un crimen.
La criminología es un escenario óptimo para reflexionar sobre el pecado original.
–¿El libro intenta demostrar que la fe es un misterio como los que resuelve Sherlock Holmes?
–Mario Palmaro: Sí, existe una analogía. Más allá de este aspecto, mi idea es que el éxito de los cuentos de Holmes, aparte de la dimensión lúdica y aventurera que apasiona al lector, se debe a una razón más profunda: al tema antropológico de la búsqueda de la verdad.
Como escribe Juan Pablo II en la encíclica «Fides et Ratio» , el hombre es aquel que busca la verdad. Cada uno de nosotros la persigue, del mismo modo que Holmes sigue la solución de cada caso que indaga. Y lo hace usando al máximo sus razonamientos.
Él mismo debe admitir, en ciertos casos, que debe abandonarse a algo que está más allá. Así pues, no es la fe contra la razón, sino la razón que conduce al hombre hacia el umbral del misterio.
Pero el golpe escénico en la gran historia de la vida es que Dios, con Jesús de Nazaret, se ha movido para venir a encontrar al hombre y dejarse encontrar.
Este es el sentido de la auténtica revelación, que convierte al acontecimiento cristiano incomparable a otros fenómenos religiosos de cada época.
–¿Usted cree que el Evangelio es como una novela policíaca?
–Mario Palmaro: Se podría enmarcar en estos términos. Hay algunos elementos en los Evangelios que permiten esta relación: pensemos al proceso ante Pilatos, que se desarrolló con la total observancia de las admirables garantías establecidas por el derecho romano, y que termina con la más grande injusticia de todos los tiempos por las presiones indebidas ejercidas por el Sanedrín sobre Pilatos, que entendió la inocencia de Jesús, pero le condenó por oportunismo político.
Pero como he dicho antes, lo apasionante de esta «novela» policíaca es que el inocente, después de una muerte atroz, nos viene restituido vivo. Se deja tocar por sus discípulos y promete estar con ellos hasta la fin de los tiempos. Conan Doyle no podría haberse inventado una historia tan interesante y veraz.
–¿Qué vínculos ha encontrado entre los cuentos citados y los pasajes del Evangelio propuestos por el libro al inicio de cada narración?
–Mario Palmaro: Escojo uno de ellos. En el cuento «El tratado naval», Holmes, símbolo de la razón fría y lógica hasta el paroxismo, interrumpe de repente sus investigaciones y dedica su atención a una bella rosa roja que se asoma a su habitación. Ante ella, exclama: «Nuestra máxima garantía de la bondad de la Providencia está en las flores». Las otras cosas nos sirven para vivir, pero ésta es un «más», un «plus».
Aquí me vinieron enseguida a la memoria las palabras de Jesús, cuando en el Evangelio de Lucas exhorta a admirar la magnificencia de los lirios de los campos, que no hilan ni tejen pero superan la gloria de Salomón. No existe ninguna razón lógica por la cual Conan Doyle permite a Holmes esta divagación sobre las flores y la generosidad de Dios.
Pero evidentemente, el autor necesita describir lo que ha escrito, porque en su corazón hay una inquietud, como la que todo hombre tiene en su interior. Mi deseo es que cada quien pueda descubrir este «hambre de Dios».