Signos esperanzadores para la inversión en los países en vías de desarrollo

Los trabajadores emigrantes que envían dinero a casa son un factor clave

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NUEVA YORK, 3 mayo 2003 (ZENIT.org).- Las naciones en desarrollo han reducido su confianza en nuevos préstamos del extranjero y están dependiendo más de la inversión directa. Los envíos de los trabajadores emigrantes también se han convertido en una fuente de financiación clave. Éstas son algunas de las conclusiones del informe para el 2003 de Desarrollo Económico Global, llevado a cabo por el Banco Mundial, hecho público el 2 de abril.

La crisis financiera de 1997-1998 en Asia continúa afectando a todos los países en vías de desarrollo. Una consecuencia ha sido un declive de nuevos préstamos privados. La situación empeoró en los años 2001 y 2002 con motivo de las dificultades económicas mundiales.

Sin embargo, el declive de nuevos préstamos tiene un lado positivo. Según Philip Suttle, autor principal del informe: «La confianza en el endeudamiento ha sido un problema para muchos países. Esto ha dado lugar a un cauteloso optimismo basado en que el capital que llega a los países en desarrollo será menos volátil en el futuro. Esto sería bueno para el crecimiento y para los pobres».

Según el informe, la deuda privada neta que fluye a los países en desarrollo, en forma de bonos y préstamos bancarios, llegó al máximo de cerca de 135.000 millones de dólares al año en 1995-96 y desde entonces ha experimentado una caída continuada, convirtiéndose en evasiones de capital netas en muchos años desde 1998. El año pasado, los países en desarrollo pagaron 9.000 millones de dólares más en antiguas deudas de lo que recibieron en nuevos préstamos. Esto alcanzó su máximo con una salida de capitales en el 2001 de casi 25.000 millones de dólares.

Esto significa que incluso aunque la inversión neta directa del extranjero ha ido desde un máximo de 179.000 millones de dólares en 1999 hasta los 143.000 millones de dólares en el 2002, es cada vez más la fuente dominante de financiación externa para los países en desarrollo.

El informe resalta las ventajas en la creciente confianza en la inversión, en oposición a la deuda. Los inversores tienden a estar más orientados al largo plazo, al contrario que los acreedores de la deuda, que están más inclinados a tolerar la adversidad a corto plazo. «El cambio de la deuda a la inversión subraya la importancia de los esfuerzos, por parte de los países en vías de desarrollo, de fomentar un clima seguro para la inversión», afirmaba Nicholas Stern, economista jefe del Banco Mundial y vicepresidente de desarrollo económico.

La desventaja de los pagos de la deuda es que el mundo en vías de desarrollo se ha convertido en un exportador de capital neto al mundo desarrollado. Como resultado, el capital no fluye ya de los países de renta alta a las economías que lo necesitan para sostener su progreso hacia los objetivos del desarrollo. Esta escasez, observa el informe, se compone en los países más pobres por una significativa caída en la ayuda oficial al desarrollo proveniente de donantes bilaterales.

Según el Banco Mundial, las fuertes presiones para pagar la deuda externa han puesto a muchos países en graves tensiones en los últimos años, generalmente con consecuencias particularmente adversas para los pobres. Hay actualmente un creciente consenso en que los mecanismos disponibles para amortiguar estas presiones de la deuda se encuentran en la necesidad de reformas.

El plan para aliviar el peso de la deuda de los países más pobres, conocida como la Iniciativa para los Países Pobres fuertemente Endeudados, ha dado lugar a un «significativo progreso», observaba el informe. Pero la debilidad en los precios de las mercancías exportadas por estas naciones significa que algunos de estos países necesitarán todavía más ayuda para reducir su deuda.

Giros de dinero al rescate
Otro notable desarrollo en los últimos años ha sido el aumento de los giros de dinero provenientes de trabajadores emigrantes. La suma total que envía a casa alcanzó los 80.000 millones de dólares en el 2002, por encima de los 60.000 millones de 1998.

El aumento de estos envíos ayuda a asegurar una mayor estabilidad económica en comparación con la confianza en la deuda. El informe observaba que los envíos tienden a ser contra cíclicos, puesto que los descensos en la economía animan a más trabajadores a emigrar mientras que aquellos que ya están en el extranjero tienden a enviar más dinero a las familias dejadas atrás.

Los envíos han sido particularmente importantes para América Latina y la región del Caribe. En el 2002 esta zona recibió 25.000 millones de dólares de los trabajadores emigrantes que enviaban parte de sus sueldos a casa. México, la República Dominicana, El Salvador, Colombia, Brasil y Ecuador están entre los 20 principales países receptores de giros, estando México en segundo lugar sólo detrás de la India. Como porcentaje del producto interior bruto, los envíos son mayores en América Central.

Los envíos son también importantes para los países del Sur de Asia, que recibieron 16.000 millones de dólares el año pasado. Es la segunda mayor entre las regiones en vías de desarrollo y equivale al 2,5% del PIB de la zona.

Diversidades regionales
El crecimiento económico en los países en desarrollo fue del 3,1% en 2002, el 0,3% superior con respecto a 2001. Según el Banco Mundial, el crecimiento se vio frenado por la debilidad de los países más ricos, y por las incertidumbres políticas y financieras en algunas de los mayores mercados emergentes.

El informe observaba que el crecimiento en América Latina y el Caribe se vino abajo por la falta de pago de la deuda por parte del gobierno y el colapso bancario en Argentina. Otros factores fueron la incertidumbre sobre las elecciones brasileñas, empeoramiento de las condiciones en Venezuela, y una caída combinada de los movimientos financieros del mercado. El PIB de la región cayó un 0,9% el año pasado.

En términos de tendencias regionales en la deuda y la inversión, la región de Latinoamérica y el Caribe pagó más de 9.000 millones de dólares en antiguas deudas de lo que recibió en nuevos préstamos privados. La inversión extranjera directa cayó hasta los 42.000 millones de dólares, desde los 69.000 millones del 2001, la más grande caída entre todas las regiones. Pero entre los mayores receptores de inversión, Brasil y México se colocaron en segundo y tercer lugar (después de China) con 16.600 millones de dólares y 13.600 millones, respectivamente.

En general, el informe espera que el crecimiento el América Latina y el Caribe se acelere más que en cualquier región en el 2003, liderado por una recuperación de Argentina. Se espera que el PIB de la región crezca un 1,7% este año y un 3,8% en el 2004.

La situación en el Sur de Asia es mejor. El informe observa que el PIB del Sur de Asia alcanzó el 4,9% en el 2002, y se espera que aumente un 5,3% este año. El informe también pronostica un aumento en la inversión extranjera directa de 5.000 millones de dólares en el 2002 hasta los 9.000 millones de dólares en el 2005.

En Asia y en el Pacífico, la inversión extranjera directa subió hasta los 57.000 millones de dólares en el 2002, por encima de los 48.900 millones del 2001. El incremento se debió principalmente a la continua subida de la inversión en China. En el 2002, China se convirtió en el más importante receptor de inversiones extranjeras, sobrepasando a Estados Unidos por primera vez, atrayendo un récord de 52.700 millones de dólares. Esta cantidad suma el 37% del total de las inversiones en los países en vías de desarrollo en el 2002.

En la zona de Oriente Medio y el norte de África, los movimientos de capital son tradicionalmente más modestos. En años recientes la inversión extranjera directa ha sido de unos 2.000 a 3.000 millones de dólares al año. El informe observaba que la región tiene los más bajos beneficios sobr
e la inversión en el mundo. Este factor, combinado con la incertidumbre prebélica sobre Irak y el continuado conflicto palestino-israelí, ha erosionado la confianza del inversor y ha puesto obstáculos a la inversión.

En cuanto al papel de los países desarrollados, el informe afirmaba que podrían apoyar el desarrollo de forma más directa «a través de una ayuda coherente y políticas de mercado que promuevan el desarrollo». El informe pide, en particular, a los países industriales que reduzcan los subsidios agrícolas y las barreras de comercio que discriminan a las exportaciones de los países en desarrollo.

En cuanto a la ayuda a los países en desarrollo, el informe precisaba que el compromiso de aumentar la asistencia, hecho antes de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Financiación al Desarrollo, en México en marzo del 2002, fue un contraste bienvenido ante los anteriores recortes. Sin embargo, las cantidades prometidas son insuficientes para alcanzar las metas para el desarrollo puestas para el 2015. Sólo se puede esperar que los países más ricos no estén demasiado distraídos por sus propios problemas para olvidar los apuros de los países en desarrollo.

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ZENIT Staff

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