CIUDAD DEL VATICANO, 19 mayo 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó el domingo a la Iglesia universal el testimonio de evangelización de cuatro nuevos santos, cuya canonización celebró en la Plaza de San Pedro ante más de 50.000 fieles, la mitad de ellos procedentes de Polonia.
Los nuevos santos polacos son el obispo José Sebastián Pelczar (1842-1924), fundador de la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, y Ursula Ledóchowska (1865-1939), fundadora de las Religiosas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante.
Asimismo, el Santo Padre elevó a los altares a dos italianas: Maria De Mattias (1805-1866), fundadora de la Congregación de las Religiosas Adoradoras de la Sangre de Cristo, y Virginia Centurione Bracelli (1587-1651), fundadora de las Religiosas de Nuestra Señora del Refugio en el Monte Calvario y de las Religiosas Hijas de Nuestra Señora al Monte Calvario.
San José Sebastián Pelczar, «expresaba la propia fe en la llamada universal a la santidad. (…) El lema de su vida era: “Todo por el Sagrado Corazón de Jesús, por las manos
inmaculadas de la Santísima Virgen María”», expresó el Papa en su homilía.
«Entendía su don a Cristo sobre todo como respuesta a su amor, encerrado y revelado en el sacramento de la Eucaristía», subrayó.
Santa Ursula Ledóchowska «se dirigía a todos con el lenguaje del amor probado con las obras», reconoció el Papa.
Con ese mismo lenguaje, afirmó el Santo Padre, «atravesó Rusia, los países escandinavos, Francia e Italia», constituyéndose en «un apóstol de la nueva evangelización» y dando «con su vida y su actividad prueba de la constante actualidad, creatividad y eficacia del amor evangélico».
«Todos podemos aprender de ella a construir con Cristo un mundo más humano, un mundo en el que se realicen cada vez más plenamente valores como la justicia, la libertad, la solidaridad, la paz», invitó Juan Pablo II.
Por su parte, santa Maria De Mattias «fue interiormente conquistada por el misterio de la Cruz. (…) El amor por Jesús crucificado se tradujo en ella en pasión por las almas y en una humilde entrega a los hermanos, al “querido prójimo”, como le gustaba repetir».
Al referirse a santa Virginia Centurione Bracelli, laica, Juan Pablo II recordó que, «dejando a un lado sus nobles orígenes, se dedicó a la asistencia de los marginados con extraordinaria entrega».
«La eficacia de su apostolado –constató– derivaba de una adhesión incondicional a la voluntad divina, que alimentaba con la contemplación incesante y la escucha obediente de la palabra del Señor».
Testigos de la misericordia divina
Al encontrarse este lunes con varios miles de polacos en la plaza de San Pedro, quienes participaron en las canonizaciones del domingo, Juan Pablo II destacó de los nuevos santos polacos que «no sólo se confiaron a Cristo misericordioso, sino que se convirtieron cada vez con mayor plenitud en testigos de misericordia».
En efecto, en el ministerio pastoral de san José Sebastián Pelczar, «la actividad caritativa ocupó un puesto especial», recordó el Santo Padre.
El nuevo santo polaco, como afirmó el Papa, «siempre estuvo convencido de que la misericordia activa es la más eficaz defensa de la fe, la más elocuente predicación y el más fructífero apostolado».
Santa Ursula Ledóchowska «hizo de su vida una misión de misericordia hacia los más necesitados. Allí donde la puso la Providencia, halló jóvenes que requerían educación y formación espiritual, pobres, enfermos, personas solas, heridos de diferentes formas por la vida, que esperaban de ella comprensión y ayuda concreta».
«Su obra de misericordia –concluyó Juan Pablo II– permanecerá esculpida para siempre en el mensaje de santidad que ayer se ha convertido en parte de toda la Iglesia».
Con la celebración del domingo, en total Juan Pablo II ha canonizado en sus casi 25 años de pontificado a 489 beatos.