CIUDAD DEL VATICANO, 23 mayo 2003 (ZENIT.org–Avvenire).- «Hombre de palabra, hombre de la Palabra y hombre hecho palabra» es la definición que, según el cardenal Giovanni Battista Re, resume la identidad quienes continúan la misión de los apóstoles: los obispos.
Como cada año, el prefecto de la Congregación para los Obispos presidió el miércoles la celebración eucarística con la que se abrió la tercera jornada de trabajos de la Asamblea General de la Conferencia Episcopal italiana (CEI), que se prolongarán hasta el viernes.
Para un obispo, ser «hombre de palabra» significa «ser fiel a sus propios compromisos». «Con la ayuda de la gracia de Dios, no se desalienta ante las dificultades, no se rinde cuando enfrenta obstáculos. En otros términos, es una persona que intenta “ser” antes que “hacer”», explicó el purpurado en su homilía.
Por ello, añadió, «crea comunión en su diócesis y la hace crecer con atención a todos y con una particular entrega a los propios sacerdotes, siendo con ellos y para ellos padre y amigo».
Como «hombre de la Palabra», el principal deber del obispo «es, después de la oración, la dedicación a la predicación, al anuncio de la Palabra de Dios», observó el prefecto de la Congregación para los Obispos.
Así lo hicieron los apóstoles, quienes a pesar de carecer de medios, «tenían tal ardor que anunciaron el mensaje de Cristo con el éxito que caracterizó a la Iglesia naciente».
En la actualidad, existen muchos medios de comunicación; sin embargo persiste la «necesidad de llevar a cabo el anuncio de la Palabra de Dios con el impulso y el ardor de la Iglesia primitiva», exhortó el purpurado.
En este contexto, citó además a Juan Pablo II, quien «a pesar de las limitaciones de salud, nos da un luminoso ejemplo de dedicación y un testimonio incomparable de fe, de amor y de valor».
Pero no basta con anunciar. «El obispo está llamado a enseñar con el ministerio de la Palabra, y más aún, con el testimonio de su vida, para que todos se abran a la Palabra de Dios». Así describe el cardenal Re al «obispo como hombre hecho palabra».
«La palabra, la persona y la vida del obispo deben convertirse en testimonio, esto es, fe que se convierte en vida», subrayó el purpurado.
En efecto, el lenguaje del testimonio «es el más comprensible y el más convincente para los hombres y las mujeres de nuestro tiempo». «Tras nuestras palabras debe haber una vida creíble», advirtió el cardenal Re.