Una comunidad de monjes evangeliza con su propio canal de TV

ALICANTE, 27 mayo 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Fue un proyecto que muchos tildaron de temerario hace unos años, cuando comenzó su andadura. Entonces, el padre Alberto María, fmp, con un puñado de monjes, decidió lanzar una cadena de televisión que abarcara toda la provincia de Alicante. La sede se estableció en su propio monasterio, en Muchamiel.

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Sin medios económicos ni técnicos, sin profesionales ni siquiera un mínimo conocimiento de los medios de comunicación, se empeñaron en hacer realidad su idea.

Ahora, apenas cinco años después, «Ce Tel Mon» (Centro Televisivo Monástico) abarca toda la provincia alicantina y los religiosos aseguran, con humildad, que cada vez les sigue más gente a través de la pantalla.

«Cada vez nos escribe y nos llama más gente al monasterio, para agradecernos los programas», asegura el padre Alberto María. No saben que cuota de pantalla tienen, pero »hace unos meses hicimos una cuestación telefónica en diversos pueblos grandes de los alrededores y vimos que teníamos una audiencia de entre el 15 y el 20 por ciento», explica. Tienen su propia página web, http://www.fmdelapaz.org, y están estudiando si emitir también a través de Internet.

–Sostienen ustedes que «los medios de comunicación son los nuevos pergaminos de los monjes». La duda que se habrán encontrado a lo largo de estos años por parte de los que les han conocido seguramente habrá sido si es posible conciliar la quietud y paz de la vida monástica con el ritmo trepidante de los medios de comunicación…

–Padre Alberto María, FMP: Ciertamente, para muchas personas de Iglesia, ésa ha sido una de sus grandes preguntas. Pero ya en tiempos de San Antonio el Grande, padre del monacato en la Iglesia, éste decía que el monje debe dedicar una tercera parte del día al trabajo manual y, respecto a este, decía que: «Las manos en el trabajo, la mente y el corazón en Dios. Esto es lo fundamental del monje».

Desde nuestra propia experiencia de vida, mantenemos firme nuestra tradición monástica teniendo siempre «las manos en el trabajo, la mente y el corazón en Dios». Es más, hemos podido comprobar que los medios de comunicación tienen una fuerza especial cuando en ellos se vierte la experiencia de esa unión con el Señor.

La otra gran pregunta que se plantean las mismas personas de Iglesia muy unida esencialmente a ésta es: ¿De dónde sacan el dinero para sostener el canal de televisión?

Cuando Jesús hablaba de las flores del campo y de las aves de cielo (Mt. 6, 25) insistía a las gentes «no andéis preocupados por vuestra vida …. pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso». Si toda la vida de nuestra Fraternidad está apoyada en la confianza absoluta en el Señor y en vivir pendientes de su voluntad sabiendo que Dios cuida de nosotros, sería una contradicción fundamental si pensáramos que Dios cuida de nosotros y no de la obra de evangelización que El nos ha propuesto llevar adelante.

Cada día, cuando comenzamos la emisión, es una nueva comprobación de que «la Palabra de Dios es verdad y se cumple» pues El nos hace llegar los recursos necesarios para poder seguir dando a conocer su Palabra.

Mientras el hombre sirve a Dios, Dios hace posibles todas las cosas, como afirma la Escritura «Dios no te envía donde su brazo no te pueda sostener». Y, por otra parte, cuando el ángel entrega el «hábito monástico» a San Pacomio (Padre de la vida cenobítica en la Iglesia), le especificó también otro aspecto fundamental de su vocación monástica: «La voluntad de Dios es que te pongas al servicio de los hombres para reconciliarlos con Él».

Si ésta es la voluntad de Dios también para nosotros y lo fundamental de nuestra vida es, por otra parte, trabajar teniendo la mente y el corazón en Dios ¿qué otra cosa podíamos hacer nosotros?

— La mayor cadena de TV católica, la EWTN, también surgió de un monasterio de clausura. ¿Significa eso que para los periodistas católicos es especialmente importante la contemplación?

–Padre Alberto María, FMP: La tradición monástica siempre ha sido la transmisora de la fe y de la cultura. Por otra parte, también Santo Domingo de Guzmán recomendaba a sus frailes: «Contemplad a Dios y, lo contemplado, dádselo a los demás» y, de Jesús se decía «Éste habla desde dentro, con autoridad» porque era evidente que no se limitaba a transmitir lecciones aprendidas, sino que hablaba de lo que tenía. Por ello, en cualquier caso, siempre el verdadero comunicador católico es aquel que, como los predicadores, anuncia lo que «ve» y «vive» y comunica las realidades de la vida cotidiana y de la historia ofreciendo «la visión de Dios», es decir, viéndolas como Dios las ve, y para ello, es necesaria la experiencia personal de Dios.

Un comunicador católico que ofrezca una visión de la vida y de los signos de los tiempos que no esté contemplada desde la mirada de Dios, y que se limite a hacer un análisis –aunque sea muy objetivo- considero no desarrolla eficazmente su vocación cristiana de comunicador.

— Estamos “sepultados” por la telebasura. ¿Le interesan a los telespectadores los programas “católicos”? Y, yendo más allá, ¿es posible de veras hacer una televisión “de calidad”, de la que tanto se oye hablar pero que nadie parece saber cómo se lleva a cabo?

–Padre Alberto María, FMP: Yo puedo responder desde los casi cinco años de experiencia en España y desde la cobertura que alcanza hoy nuestro canal católico. Y desde ello cada día observamos que son más las personas que sintonizan nuestro canal, precisamente, buscando «otra cosa» de las que ofrecen los canales generalistas comerciales. Quedaría muy vanidoso, por mi parte, reproducir algunos calificativos que nos han llegado a nosotros referentes a nuestro canal por parte de personas de todo tipo incluso no católicos.

Para un sector católico, es necesaria una información real y verídica, sin interpretaciones extrañas de cuanto ocurre en la vida de la Iglesia en el mundo. Por otra parte, para este mismo sector católico, es necesario también una visión más eclesial y más amplia de la vida de la Iglesia y de lo que la Iglesia afirma y enseña a través del sucesor del Pedro. Las revistas y publicaciones especializadas no llegan al alcance de los católicos «de a pie». Hemos podido constatar, en estos años, una visión más eclesial de nuestros televidentes al poder acceder a una información amplia de la vida de la Iglesia (más allá de sus límites geográficos) y al poder, por ejemplo, seguir todos los viajes y actividades del Papa que hemos transmitido y comentado día a día y en la edición española de “Octava dies”.

Por otra parte, es verdad que hay televidentes de Ce Tel Mon TV que por sus horarios de trabajo no pueden seguir más que nuestro cine. Pero, evidentemente, las películas que ofrecemos son películas seleccionadas. Yo creo que lo que importa es el enfoque general del medio televisivo «católico» que debe abarcar todos los aspectos y temas que ocupa la vida cristiana normal, y ofrecer una visión del mundo y de la vida cristiana lo más completa posible y que abarque todos los aspectos de toda la vida contemplados desde Dios. El Evangelio tiene todavía mucho que decir a los hombres tanto sobre cuestiones familiares, educativas, políticas, sociales, laborales, sobre los distintos campos que abarca la moral… y no solamente sobre temas cultuales o devocionales que es el ámbito en el que muchos hombres de nuestro tiempo quieren encerrar el Evangelio o la vida cristiana.

Una televisión «católica» tiene que ofrecer la alternativa de vida que Dios ofrece al hombre en su anhelo para que éste sea feliz.

Y esto claro que es posible. Lo que no es posible o al menos no sería eficaz, es hacer un híbrido que «contentara a todos». Jesús decía que «no se puede servir a dos señores a la vez», el refranero popular español dice que «no se puede dar una mano a Dios y otra al diablo».

–¿Quiénes les ayudan en el desarrollo de sus programas: voluntarios, profesionales…?

–Padre Alberto
María, FMP: Bueno, nuestra verdadera ayuda viene del Señor. Lo contrario sería ocultar la verdad o buscar una expresión que no nace de nuestra experiencia de fe. Él es quien mueve los corazones de los hombres para el anuncio del Evangelio, sobre todo cuando, como ocurre en nuestro caso, la colaboración es en el marco de la gratuidad evangélica ya que, al menos de momento, no estamos en condiciones de poder tener asalariados.
Pero, eso sí, entre nuestros voluntarios hay también profesionales que ofrecen una parte de su tiempo a Dios. Aunque también debo decirte que no son demasiados los profesionales católicos dispuestos a ofrecer un tiempo a Dios en gratuidad.

–Háblenos de la congregación que también ha fundado Usted, la Fraternidad Monástica de la Paz. ¿Existen antecedentes en la Iglesia de “comunidades dobles” (para hombres y mujeres)? ¿Ha supuesto un impedimento o una dificultad para su aprobación?

–Padre Alberto María, FMP: Ya en el siglo IV, como consta en los anales de la historia del monacato en la Iglesia, San Basilio abrió el camino del «monacato doble» en Siria donde aún hoy se conservan abundantes ruinas de monasterios donde monjes y monjas compartían la oración y otros momentos comunitarios.

El ser una Fraternidad de monjes y monjas no ha supuesto ningún impedimento ni ninguna dificultad. Cuando en el año 1984 tuvimos una primera visita al Cardenal Eduardo Pironio, entonces Prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, él confirmó el carisma como obra de Dios y nos animó a seguir el camino aceptando un cuidado espiritual sobre la Fraternidad, tal como yo mismo se lo solicité. Y la misma tónica ha presidido siempre nuestras relaciones con la Sagrada Congregación.

La caridad fraterna que gobierna nuestra vida se convierte en signo de la vida de la Iglesia en la que cada uno ocupa su lugar en la unidad del Cuerpo de Cristo, donde las cuestiones de la vida humana son vividas y contempladas desde la caridad, a ejemplo de la primera comunidad cristiana donde todos tenían «un solo corazón y un alma sola» (Hech.4, 32).

Si anteriormente decía que «la Palabra de Dios es verdad y se cumple», también en este caso tengo que volver a afirmarlo: la convivencia como hermanos, como verdaderos hermanos es posible en la Iglesia, respetando nuestra diversidad y considerando que es verdad que eso es una riqueza que Dios nos da para compartir y no para combatir.

El camino, efectivamente, es uno: Jesús (y también la Verdad y la Vida); pero unos van por el centro, otros por la linde derecha, otros por la izquierda… A través de la armonía y de la unión de todos, todo hombre, cada hombre descubre su lugar exacto en el seno de la Iglesia y en la historia de salvación. Lo importante es la caridad que es la que forja la unidad del Cuerpo de Cristo.
Se ha afirmado desde antiguo que la vida monástica es el pulmón de la vida de la Iglesia. A través de su ejercicio (la respiración) la vida monástica (al modo de los pulmones) va haciendo fluir la sangre a todas las partes del cuerpo y va nutriendo el corazón y el cerebro…

Nuestra vida de monjes y monjas es un verdadero regalo que Dios nos ha hecho y que ofrecemos a la Iglesia día tras día con la certeza que Dios siempre hace lo que anuncia y siempre manifiesta la Verdad para que la vida del hombre sea feliz.

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ZENIT Staff

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