ROMA, 28 mayo 2003 (ZENIT.org).- La irresistible búsqueda de Dios que tiene que superar la atracción de las pasiones fue llevada a la escena el pasado lunes por Gérard Depardieu, al recitar pasajes de las Confesiones de san Agustín de Hipona en el Teatro Argentina de Roma.
El famoso actor francés continúa así su gira por el mundo (ha declamado ya textos del santo en Argelia y París), después de que Juan Pablo II, en un encuentro personal, le confesara que ve muchas semejanzas entre él y el obispo, filósofo y teólogo, que vivió en el siglo IV.
«San Agustín va más allá de la recitación, te lleva dentro para hacerte descubrir lo que siente, la fe en la vida, la fe de experimentar que hay otro», confesaba después a los micrófonos de «Radio Vaticano».
Los pasajes escogidos por Depardieu, introducidos por el cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, constituyen reflexiones sobre el tiempo, ese espacio en el que Dios entra en la historia del hombre.
«Me he dado cuenta de que con san Agustín finalmente yo vivía sin ansia, pues san Agustín ama la vida y cree en la vida. Existe Dios, que hace la vida», reconoce Depardieu.
El actor confiesa que ha descubierto al santo de Hipona tras sus encuentros con el Papa y con el cardenal Poupard. Después, para profundizar, pidió ayuda al latinista André Mondouze, «que me ha indicado el camino».
Tras recitar estos pasajes en Notre Dame de París y en un templo protestante de Louvre, Depardieu quiere hacerlo ahora en una mezquita y en una sinagoga, «pues san Agustín habla a todos sin integrismo».