SACRAMENTO, California, 31 mayo 2003 (ZENIT.org).- La publicación por parte del Vaticano, el pasado mes de enero, de la nota doctrinal sobre la participación de los católicos en la vida pública ha marcado el comienzo de un intenso debate en los Estados Unidos.
El primer asalto en la batalla tuvo lugar unos días después de la publicación de la nota, cuando el obispo de Sacramento, monseñor William Weigand, pidió al gobernador de California, Gray Davis que dejara de apoyar la legalización del aborto si quería recibir la santa comunión.
Monseñor Weigand explicó su posición durante una misa que conmemoraba el trigésimo aniversario de la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos que legalizó el aborto, informaba el periódico Sacramento Bee, el 23 de enero.
«Como su obispo, tengo que decir claramente que todo aquel –político o no- que piense que es aceptable para un católico ser pro-abortista está en un error muy grande, pone su alma en peligro, y no está en buena situación con la Iglesia», afirmó monseñor Weigand. «Dicha persona debe tener la integridad de reconocerlo y elegir por su propia voluntad abstenerse de recibir la santa comunión hasta que no haya cambiado su corazón».
El periódico Bee informó que, en una nota de prensa por el aniversario de Roe v. Wade, la administración Davis revindicaba la responsabilidad de que California sea «el estado más pro abortista en América».
Otro roce de los obispos de Estados Unidos con los políticos pro-abortistas tuvo lugar cuando el líder de la minoría en el Senado, Tom Daschle, recibió una carta de su diócesis de Sioux Falls, Dakota del Sur, afirmando que no debería llamarse más a sí mismo católico.
Según un reportaje del 17 de abril de J. Bottum en el Daily Standard, la edición online de la revista The Weekly Standard, el obispo de Sioux Falls, monseñor Robert Carlson, envió una carta a Daschle pidiendo al demócrata que quitara de su biografía del congreso y de los documentos de campaña todas las referencias a su situación como miembro de la Iglesia católica.
Según Bottum: «La constante oposición política de Daschle a las enseñanzas católicas sobre temas morales –en particular el aborto- le ha convertido de tal manera en un problema para los responsables de la Iglesia que la Iglesia debe negarle el uso de la palabra ‘católico’».
Preguntado por los medios. Monseñor Carlson indicaba que él «nunca interrumpiría el diálogo o una relación pastoral con cualquier persona», informaba Associated Press el 17 de abril. Sin embargo, el obispo reconocía que había animado a Daschle a que reconsiderara su postura sobre el aborto y su apoyo a los puntos de vista pro-abortivos extremistas de la National Abortion and Reproduction Rights Action League.
Declaraciones de Santorum
Se abrió otro frente de conflictos como consecuencia de las observaciones sobre la homosexualidad hechas por el senador Rick Santorum en una entrevista con Associated Press. Santorum, el tercer republicano más importante del Senado, es un conocido católico. Sus observaciones fueron hechas en el contexto de un caso ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos relacionado con una ley tejana de sodomía.
Santorum había dicho: «Si el Tribunal Supremo dice que tienes el derecho de sexo (homosexual) consentido en tu casa, entonces tienes derecho a la bigamia, tienes derecho a la poligamia, tienes derecho al incesto, tienes derecho al adulterio. Tienes derecho a todo».
Una ola de críticas siguió a su declaración, acusándolo muchos de fanatismo religioso. Richard Cohen, en una columna en el Washington Post del 1 de mayo, afirmaba: «Avanzando argumentos religiosos en la política pública, Santorum y otros excluyen tanto el debate como el compromiso – los ingredientes básicos de la democracia. Si piensas, simplemente como un tema de fe, que el sexo homosexual debería ser un crimen, entonces no puedo razonar contigo». Cohen seguía acusando a Santorum de cómo su «intolerancia camuflada en la ternura de la fe, está polarizada y es rotundamente espantosa».
Pero muchos de los que criticaban a Santorum distorsionaron el significado de lo que había dicho, afirmaba Stanley Kurtz, investigador asociado en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, en un artículo del National Review Online del 24 de abril.
Kurtz explicaba que Santorum estaba dando un argumento de una cuesta abajo: Es decir, si el Tribunal Supremo dictamina que el estado no tiene derecho a regular la sexualidad en el caso de la sodomía, entonces los tribunales en el futuro deberían denegar al estado el derecho de regular incluso el incesto.
En general los medios ignoraron la naturaleza del argumento de Santorum, prefiriendo simplemente acusarle de intolerancia católica, defendía Kurtz. Por ejemplo, ninguno de los tres artículos publicados en el New York Times el 22 de abril sobre el tema mencionaba «el significado real del argumento de Santorum sobre la cuesta abajo».
Política y fe
La nota de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe precisa que pueden contribuir de manera igual al proceso democrático cristianos y no cristianos. «La vida en un sistema político democrático no podría desarrollarse provechosamente sin la activa, responsable y generosa participación de todos, si bien con diversidad y complementariedad de formas, niveles, tareas y responsabilidades» (No. 1).
Además, el documento observa cómo «invocando engañosamente la tolerancia, se pide a una buena parte de los ciudadanos – incluidos los católicos – que renuncien a contribuir a la vida social y política de sus propios Países, según la concepción de la persona y del bien común que consideran humanamente verdadera y justa, a través de los medios lícitos que el orden jurídico democrático pone a disposición de todos los miembros de la comunidad política» (No. 2).
La responsabilidad de los católicos se ve especialmente presionada dado el relativismo cultural que ha prevalecido, combinado con los siempre más complejos problemas éticos ante los avances científicos. Con frecuencia, observaba la Congregación de la Doctrina de la Fe, «los intentos legislativos que, sin preocuparse de las consecuencias que se derivan para la existencia y el futuro de los pueblos en la formación de la cultura y los comportamientos sociales, se proponen destruir el principio de la intangibilidad de la vida humana. Los católicos, en esta grave circunstancia, tienen el derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido más profundo de la vida y la responsabilidad que todos tienen ante ella» (No. 4).
En cuanto al papel de los puntos de vista cristianos en una democracia, la nota comenta que el proceso político permite la discusión de las diversas propuestas. Intentar descalificar a los cristianos en la vida política por causa de su postura moral «no podría identificarse nunca con forma alguna de legítimo pluralismo» (No. 6).
El materialismo de la clase media
Un comentario sobre la nota del teólogo moral Robert Spaemann observaba que, cuando la tolerancia se convierte en un valor supremo, «está siendo transformada en intolerancia de lo que, en realidad, únicamente da a la tolerancia su valor: la sacralidad de la conciencia».
Escribiendo en la edición semanal inglesa de L’Osservatore Romano el 12 de marzo, Spaemann explicaba que las convicciones firmes son importantes porque la dignidad de la persona humana se basa en la referencia a la verdad. Si adoptamos una postura meramente relativista, corremos el riesgo de caer en la anarquía o la tiranía, observaba. Estar a favor de medidas que respeten el orden fundado en la naturaleza del ser humano no es imponer una religión a nadie, sino más bien una defensa de la dignidad humana.
Por otro lado, Robert Kraynak, en su libro «Christian Faith and Modern Democracy» (Fe Cr
istiana y Democracia Moderna), explica que un defecto de la democracia liberal moderna es su tendencia a promover una concepción limitada de la buena vida, reducida a un materialismo unidimensional de la sociedad de clase media. Las escuelas dominantes del liberalismo moderno, escribe Kraynak, «han seguido la estrategia equivocada de intentar justificar la dignidad humana negando la existencia objetiva de un bien mayor, de tal manera que cada persona o nación determine su propia identidad».
Lo que el cristianismo puede ofrecer para remediar esto es un concepto de la dignidad basada sobre la creación de los seres humanos hechos a imagen de Dios y redimidos por Cristo. Los ricos recursos doctrinales del cristianismo «rescatan al liberalismo de su caída en el nihilismo e insuflan en él vitalidad moral y espiritual», defiende Kraynak. Excluir de la política esta valiosa contribución cristiana sólo empobrecería la democracia.