Monseñor Javier Martínez toma posesión como arzobispo de Granada

«Yo no tomo posesión de la Iglesia de Cristo en Granada, es ella quien toma posesión de mí»

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GRANADA, 1 junio 2003 (ZENIT.org).- El anterior obispo de Córdoba, monseñor Javier Martínez, tomó posesión en la tarde de este domingo de la archidiócesis de Granada con una solemne eucaristía en la que concelebraron veintiséis obispos.

Entre los celebrantes, se encontraban el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid; el arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares; el arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García Gasco, los obispos de todas las diócesis andaluzas, así como el Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Manuel Monteiro de Castro, acompañados por más de cinco mil fieles.

En la homilía, el nuevo arzobispo afirmó que «hoy, al iniciar mi ministerio en la diócesis de Granada, os dirijo las siguientes palabras, con la misma frescura, con el mismo anhelo de entregaros a Cristo, y con el mismo gozo, que el día de mi ordenación sacerdotal: yo no tomo posesión de la Iglesia de Cristo en Granada. Es ella, sois vosotros, los que tomáis posesión de mí».

Para monseñor Martínez, refiriéndose a la relación del cristianismo con la sociedad contemporánea, «es necesario superar algunas fracturas que han marcado muy profundamente la experiencia cristiana en estos siglos, y que están en la raíz de no pocos problemas más graves que afectan a la fe y a la vida de la Iglesia en nuestro tiempo, en nuestra relación con el mundo, y de los que rara vez somos conscientes».

El prelado se aludía concretamente «a esta línea de pensamiento que atraviesa la cultura moderna desde sus orígenes y que, en contra de lo que ha sido la tradición cristiana, sitúa a Dios, primero fuera del cosmos y luego fuera de la realidad, para terminar, con una lógica implacable, negando su realidad y convirtiéndolo en una fantasía humana».

El nuevo arzobispo llamó a los sacerdotes granadinos a la comunión: «quiera el Señor concedernos trabajar juntos y en comunión, por la construcción de este pueblo de santos que el señor ha confiado a mi ministerio».

«Ésta es –añadió– el signo más trasparente e inequívoco de que Cristo ha resucitado y vive entre nosotros, el único signo que el Señor puso como condición de la fe, porque la comunión es el lugar donde se hace inteligible la fe, y no como ideología».

Para los jóvenes, el prelado tuvo también un mensaje particular: «Jesucristo, que no es un personaje del pasado, sino que vive misteriosamente en su cuerpo que es la Iglesia, os quiere, y quiere vuestra felicidad y vuestra alegría, vuestra libertad y vuestra vida, más incluso que vosotros mismos. No temáis. Buscadlo, allí donde él está».

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ZENIT Staff

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