GNIEZNO, 5 junio 2003 (ZENIT.org).- Polonia ha hecho oír su voz entre las muchas que piden que la futura Constitución Europea no omita elementos –tales como el cristianismo– que son determinantes para la unión entre los pueblos del continente.
Entre quienes piden una enmienda en el borrador del preámbulo –presentado el pasado 28 de mayo– se encuentra el presidente polaco, Alexander Kwasniewski, quien acudió el lunes a la inauguración del «Collegium Europaeum» en Gniezno, antigua capital de Polonia.
En su intervención, el dirigente polaco, ex comunista, afirmó que «la falta en la Constitución Europea de referencia a la tradición cristiana sería una paradoja», según recoge este jueves «L’Osservatore Romano».
El actual borrador del preámbulo de la Constitución Europea se inspira «en las herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa» que, según explica, fueron «alimentadas inicialmente por las civilizaciones griega y romana», «y más tarde por las corrientes filosóficas de la Ilustración» (Cf. Convención Europea).
En declaraciones a «The Telegraph» –4 de junio–, Kwasniewski afirmó también: «Soy ateo y todo el mundo lo sabe, pero no hay excusa para hacer referencia a la antigua Grecia y Roma, así como a la Ilustración, sin hacer referencia a los valores cristianos que son tan importantes en el desarrollo de Europa».
«Si Europa debe permanecer fiel a sí misma, no puede separarse de las raíces de las que nació y que durante siglos le han asegurado la unidad en la pluralidad y en la diversidad», reconoció en la inauguración del centro el arzobispo de Gniezno, monseñor Henryk Muszynski.
Como recoge el diario vaticano, refiriéndose al preámbulo presentado por el Presidium de la Convención Europea, el prelado mostró su confianza en que se manifieste el sentido común «para que prevalezca lo que une sobre aquello que sigue siendo fuente de divisiones y de disgregación».
Monseñor Muszynski recordó asimismo las palabras que pronunció Juan Pablo II en su viaje a Polonia en 1997, con ocasión del milenario del martirio de San Adalberto: «No existirá la unidad de Europa hasta que ésta no se funde en la unidad del espíritu».
«Este fundamento profundísimo de la unidad fue llevado a Europa y fue consolidado a lo largo de los siglos por el cristianismo con su Evangelio, con su comprensión del hombre y con su contribución al desarrollo de la historia de los pueblos y Naciones», afirmó entonces el Papa.
«Ello no significa querer apropiarse de la historia –advirtió el Santo Padre–. La historia de Europa, de hecho, es un gran río en el que desembocan numerosos afluentes, y la variedad de las tradiciones y de las culturas que la forman es su gran riqueza. Los fundamentos de la identidad de Europa están construidos en el cristianismo».