DUBROVNIK, 6 junio 2003 (ZENIT.org).- A la intercesión de la primera beata de la historia de Croacia, elevada este viernes a la gloria de los altares por Juan Pablo II, varios oficiales peruanos atribuyen la salvación de su vida en el accidente más trágico en la historia de la flotilla de submarinos de ese país.
Para testimoniarlo, entre los 50.000 peregrinos reunidos en el puerto de Dubrovnik, se encontraba Roger Cotrina Alvarado, el teniente del submarino «Pacocha» que el 26 de agosto de 1988 chocó contra el pesquero japonés «Hyowa Maru», cerca del puerto de El Callao.
Cuando el submarino comenzaba a hundirse, el entonces joven oficial se encomendó a la intercesión de sor Marija de Jesús Crucificado Petkovic (1892-1966), fundadora de la Congregación Franciscana Hijas de la Misericordia.
En ese momento, Cotrina Alvarado logró cerrar una compuerta interna, venciendo con la fuerza de sus brazos la presión del agua que penetraba en el submarino.
La maniobra fue considerada «humanamente imposible» por dos comisiones, una militar y otra vaticana, de modo que el milagro se convirtió en la puerta que abrió el paso a la beatificación de la religiosa croata.
«Estaba al borde de la desesperación. Pensaba que todos íbamos a morir», comentaba este viernes en la explanada del puerto Dubrovnik.
«Me faltaba aire y entonces me puse a pensar con todas mis fuerzas en sor Marija Petkovic. De repente, vi una luz y experimenté una fuerza inefable que me permitió cerrar la compuerta», añade el oficial de marina, vestido con su uniforme blanco, en el que destaca una condecoración.
Diecinueve de los oficiales atrapados junto a Cotrina Alvarado salvaron de este modo la vida. En la tragedia murieron 6 submarinistas.
«Cuando era pequeño, conocí la historia de Marija Petkovic porque mi madre tenía un libro sobre ella y me leía cada noche algunas páginas antes de acostarme», explica.
«Para mí, Marija Petkovic era una mujer extraordinaria, ayudaba a los pobres del mundo entero, y en particular a los de América el Sur», reconoce.
Marija Petkovic, nacida en 1892 en la Korcula, en el Mar Adriático, fundó en 1920 la congregación de las Hijas de la Misericordia, y creó orfanatos y centros de acogida a través de la antigua Yugoslavia y después en América Latina.
La beata trabajó en centros asistenciales de Argentina y Paraguay entre 1940 y 1952, antes de regresar a Roma, donde falleció en 1966.
Roger Cotrina Alvarado muestra su condecoración por haber salvado la vida de sus compañeros en aquel momento dramático y añade: «el mérito es de ella», y señala la imagen de la nueva beata.