BUENOS AIRES, 10 junio 2003 (ZENIT.org).- El arzobispado de Buenos Aires ha expresado su rechazo al proyecto de ley que permitiría adelantar el parto de aquellos bebés que nacieran con enfermedades incurables (anencefalia y patologías incompatibles con la vida), y advierte que de aprobarse la norma se estaría «discriminando a los enfermos».
En un comunicado difundido por la Oficina de Prensa de la arquidiócesis de Buenos Aires, se considera además que es «moralmente ilícito» adelantar en tres meses o en tres días el parto de un anecefálico porque «significa adelantar en tres meses o en tres días su muerte».
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires podría convertir en ley un proyecto que permitiría adelantar el parto a bebés que nazcan con enfermedades incurables. Aprobada por la Comisión de Salud y de la Mujer, la propuesta afecta a fetos con anencefalia y patologías incompatibles con la vida.
Bajo el concepto de «embarazos incompatibles con la vida», el proyecto califica a la persona por nacer como «feto inviable» si «padece una patología incompatible con la vida cuando presenta gravísimas malformaciones, irreversibles e incurables, que producirán su muerte intra-útero o a las pocas horas de nacer» (art. 2°).
Según el proyecto, cuando el médico diagnostique que el feto es «inviable» tendrá la obligación de informar en 72 horas a la madre y ofrecerle «la posibilidad de continuar o interrumpir el embarazo» (art. 4°).
«Cuando estos bebés nacen y se independizan de su madre no pueden cumplir con sus funciones vitales y mueren (a lo sumo pueden vivir unos pocos días) –explica el comunicado del arzobispado–. La vida placentera se acota a los nueve meses de gestación. Adelantar en tres meses o en tres días el parto de un anencefálico significa adelantar en tres meses o en tres días su muerte. En ambos casos es moralmente ilícito y no hay modo de salvar esta circunstancia estirando los plazos».
«El bebé anencefálico es un bebé enfermo pero no por eso deja de ser un ser humano ya que es fruto de una fecundación humana, con forma humana, que desde el momento de la fecundación ha sido teológicamente dirigido con un principio vital propio», recuerda el documento.
«No debe haber, por lo tanto, dudas sobre el hecho que nos encontramos de frente a un individuo de la especie humana, que tiene que ser respetado como persona, como sucede con cualquier otro embrión», subraya.
«El triste hecho de su gravísima patología, no le quita dignidad ni lo convierte en despreciable, por el contrario lo transforma en un ser humano sumamente frágil, pequeño y débil, sujeto de un cuidado y protección especial, acorde a su patología y diagnóstico infausto y en el espíritu de no discriminación (en este caso debido a su enfermedad). Esto también se aplica a todo embrión humano con cualquier patología incompatible con la vida», confirma.
«El primer paciente es el ser humano que sufre la anencefalia o la patología gravísima incompatible con la vida, ciertamente diagnosticada. Los segundos pacientes son: la madre, en primer lugar y el padre junto ella (cuando es conocido y acompaña a la madre)», afirma la arquidiócesis.
«En primer lugar, tanto la madre como el padre de este hijo tan gravemente enfermo, deben recibir especial cuidado y atención ya que sufren un golpe psicológico, emocional y afectivo muy fuerte, que exigirá una ardua tarea y esfuerzo para superar el dolor profundo, los sentimientos encontrados y las sensaciones que causa conocer, aceptar y asumir una realidad tan diferente a la soñada y deseada en el momento de engendrar esta nueva vida», sugiere el arzobispado.
«En segundo lugar, no se debe adelantar el parto, porque se sabe que eso implicaría adelantar la muerte y nadie tiene derecho de quitar la vida a otra persona y menos de alguien que no tiene posibilidad de defenderse», concluye.