ROMA, 20 junio 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II aseguró este jueves de Corpus Christi que la Eucaristía es la fuente de esperanza para los creyentes ante los desafíos de la vida terrena.
Por vigesimoquinta vez en su pontificado, este Papa presidió la celebración eucarística celebrada en la tarde en el atrio de la Basílica de San Juan de Letrán, que concluyó con la procesión por la céntrica calle que conduce hasta la Basílica de Santa María la Mayor.
El Papa la siguió desde un automóvil descapotable, recogido en oración frente a una custodia con el Santísimo Sacramento.
El pontífice dedicó la homilía de la misa a meditar en algunos pasajes de su última encíclica, publicada el pasado Jueves Santo («Ecclesia de Eucharistia», recordando precisamente que «la Iglesia vive de la Eucaristía».
Su deseo fue que cada uno de los creyentes, alimentado por Cristo en la Eucaristía, «pueda afrontar con confiada esperanza toda prueba de la vida».
«De la Eucaristía viven el obispo de Roma, sucesor de Pedro, sus hermanos en el episcopado y el sacerdocio, todos los religiosos, los laicos consagrados y todos los bautizados», reconoció.
«De la Eucaristía viven, en particular, las familias cristianas», añadió, pues constituye el alimento para progresar «en el camino de la santidad conyugal y familiar».
La procesión de los creyentes junto al Sacramento, aclaró, quiere «manifestar simbólicamente nuestra existencia de peregrinos hacia la patria celestial. No estamos solos en nuestra peregrinación: Cristo, pan de vida, camina con nosotros».
En las oraciones de los fieles se rezó «por los pueblos de Tierra Santa y por todos aquellos que en diversas partes del mundo viven el drama de la guerra, de la opresión, de la injusticia social: para que el Señor extirpe el odio, aplaque los enfrentamientos e inspire en los gobiernos amplitud de miras y voluntad para buscar soluciones equitativas y respetuosas de la dignidad de todo ser humano».
