El pontífice lanzó su llamamiento este jueves al encontrarse con 70 miembros de la Reunión de las Obras de Asistencia a las Iglesias Orientales (ROACO), compuesta por 19 organizaciones de ayuda de Estados Unidos, Alemania, Francia, Suiza, Países Bajos y Austria.
El objetivo de esta institución es el de apoyar económicamente a las comunidades de católicos de rito oriental, así como de algunos países del Norte de África, de Oriente Medio y de Asia, tales como Irán, Irak o Afganistán, coordinados por la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, cuyo prefecto es el cardenal Ignace Moussa I Daoud.
El pontífice consideró que la labor de esta institución es particularmente importante dada la situación de violencia que ha vivido en estos años Tierra Santa, tras la guerra en Irak, o tras la grave carestía que viven Etiopía y Eritrea, cuatro países en los que la ayuda de la ROACO se concentrará en este año.
Según el Papa, desde las poblaciones de Tierra Santa en estos momentos «surge una encarecida invocación de paz estable y duradera», pues la región «sigue siendo por desgracia teatro de conflictos y de violencias».
«Las comunidades católicas allí presentes sufren y tienen necesidad de ser apoyadas y ayudadas en muchas emergencias», aseguró el obispo de Roma.
El Papa afrontó a continuación la segunda prioridad de la ROACO en este año, los cristianos de Irak, «duramente probados por el reciente conflicto».
«Pido a Dios que en ese país se consolide cuanto antes la paz y las poblaciones, que tanto han sufrido en parte a causa de un largo aislamiento internacional, pueda vivir finalmente en la concordia», confesó.
«Estoy convencido de que vuestras intervenciones, orientadas a realizar obras pastorales y sociales en apoyo de los creyentes, ayudarán a dar vida a un futuro mejor para toda la nación».
Ahora bien, aclaró por último el Santo Padre, «junto a estructuras y edificios, si bien son indispensables, en ocasiones es más necesario ayudar a formar las conciencias y a salvaguardar la fe heredada de los padres».
«Esto exige una adecuada catequesis –concluyó–, el cuidado de la liturgia propia de la Iglesia de pertenencia, una atención a la formación del clero y de los laicos, una apertura iluminada al ecumenismo y una profética presencia en apoyo de los pobres».